LA INDIGNACIÓN DE DIOS


 

 

 

 

 

 

LA INDIGNACIÓN DE DIOS

 

Hoy nos asombramos de la oscuridad del cristianismo de la Edad Media.

En el próximo milenio, nos asombrará la del siglo XXI.

 

 

© Guillermo Presti

 


 

ÍNDICE

 

Uno                                                     3

Dos                                                     8                          
Tres                                                     22                        

4 La era ridícula                                26

5 – Descanso                                         57

6 El Hombre cultural                          59

7  Descanso                                         73

8  El Incidente                                     77

9 – Sois lo que aprendéis                        80

10 – El Manifiesto de Dios                      86

 


 

Uno


La presencia en la Tierra del mismísimo Dios no estuvo precedida de rutilantes estrellas brillando en los cielos. Apareció un día cualquiera, como saliendo de la boca del metro.

Lo de presencia en la Tierra no queda claro. ¿No está en todas partes? Los creyentes afirman que nunca se fue de este mundo. ¿A dónde podría ir…? No hay mejor lugar en el universo para alojar a Dios o a su familia que aquí, en su planeta favorito.

También pudo haberse extraviado por el espacio, pues según los incrédulos, la Tierra y su gente, una vez creadas, habían quedado a la buena de Dios…

Unos afirmaban que había hecho al hombre de barro a su imagen y semejanza solamente en la Tierra. Otros, que toda criatura creada por él era humana, sin importar dónde se encuentre. De seguro que no andaría por ahí diciendo… Hagamos alienígenas a nuestra imagen y semejanza. Podría haber humanos en sitios tan remotos, que alguno, o todos, se extinguirían antes de conocerse. Cualquier cosa es posible en un universo repleto de verdades…, pero con una sola realidad: la incertidumbre.

Pero esta vez, Dios —una palabra que, si bien se pronuncia a la ligera, no es para pronunciarse a la ligera— quería hacerse ver.

Todos comentaban las extrañas cosas que sucedían en el mundo, pero a nadie se le ocurrió asociarlas con Dios. Por otra parte, sin truenos ni rayos de por medio, resultaba difícil identificarlo… si no imposible. Ni siquiera hay certeza de que exista.

¿Por qué vino a la Tierra si es que estaba afuera? ¿Por qué decidió manifestarse si es que estaba adentro...? ¿Será por la decadencia de los poderes político, económico y religioso? ¿Estará Dios indignado? ¿Querrá salvarnos —esta vez, de verdad— de la deshonrada democracia, la corrupta justicia y el despotismo religioso?

En los comienzos de la historia, los hombres eran muy brutos y se encerraban en las cavernas. Algunos vieron que afuera brillaba el sol, pero no dijeron nada. Los de adentro creían que así era la realidad de la vida, pero solo se trataba de un escenario; una oscura, lóbrega y húmeda caverna. Desde entonces, el poder se obtiene engañando a quienes viven en un escenario… y creen que es la realidad.

Así nació el terrible dios de los humanos. Un dios traído de afuera y que se debe enseñar a los de adentro. Un dios bestial y salvaje —como era costumbre en aquel tiempo— lanzaba rayos ardientes y no lo pensaba dos veces. Los pecadores y sus ominosas ciudades eran calcinados en el acto, con niños y todo. El terror fue siempre el recurso por excelencia para gobernar una manada de humanos.

Parece que las cosas han cambiado, pero siguen tal cual. Quienes continúan en el escenario siguen convencidos de vivir la realidad.

El dios de los humanos no se presenta por sí mismo. Debe ser enseñado en las escuelas como la Geografía o las Matemáticas. Estas nos asustan, pero dios nos mete miedo. Es tan terrorífico, inaccesible y lejano que nunca podremos entenderlo. No importa. Basta con temerle.

La gente sencilla, que día a día se enfrenta al canibalismo de sus dirigentes, supo que algo estaba ocurriendo, aunque a nadie se le pasó por la cabeza que podría ser cosa de Dios. Es difícil de concebir para la mente humana, educada en la sumisión, el consumo, el voto a ciegas y el pago de tributos, que Dios esté alejado de los monopolios financieros y al alcance de la gente.

Una figura de apariencia humana comenzó a interferir en los cotidianos procesos de canibalismo. Sucedió la primera vez en la sucursal de un banco famoso, de esos que asustan a la gente. Una anciana, científica jubilada, se presentó en ventanilla para cobrar los intereses del dinero ahorrado durante su vida. Con ello y la jubilación subsistía con modestia.

La máquina, porque de una máquina se trataba, le informó que no tenía saldo. La ilustrada mujer, compungida y desolada ante el siniestro aparato, miró a su alrededor en busca de auxilio. El único disponible era otro siniestro aparato que otorgaba turnos para acceder a una instancia especial llamada Atención personalizada. En estas instituciones, los seres humanos no están al alcance de otros seres humanos, salvo que la cantidad el dinero en juego sea razonablemente considerable.

Luego de aguardar una hora, fue atendida con displicencia:

—Las inversiones que usted autorizó dieron resultado negativo.

—Pero... ¿cómo es posible…? Yo no he autorizado ninguna inversión.  

El soberbio empleado creyó oportuno burlarse. Vestía la camiseta del banco.

—Pues sí, señora. Lo ha hecho. Se lo informamos. Estaba escrito en una letra muy pequeña. El banco es socio en ganancias. Las pérdidas quedan a su cargo. Buenas tardes, señora. Gracias por habernos elegido para perder su dinero.

—¡Oh, diosmío…!

En ese momento y de una manera que nadie supo explicar, un apuesto caballero, joven, pero no demasiado, vestido de elegante traje, corbata y zapatos lustrados se apersonó al lado de la mujer y se dirigió al empleado en términos amables pero autoritarios.

—Sírvase exhibir la autorización firmada para invertir el dinero de la señora.

—Póngase en la fila.

—Es nuestro turno. Atienda a la señora o responda por escrito lo que ha dicho de palabra.

El empleado, irritado, abrió la boca para poner en su lugar al intruso, pero luego cambio su expresión por otra de cobardía. Oprimió una tecla, consultó por teléfono y terminó por informar que todo se debía a un error. La anciana recuperó sus ahorros.

Las pocas personas presentes sonrieron satisfechas. Un murmullo de aprobación recorrió el recinto. Cuando llegaron a sus casas lo comentaron con sus cónyuges, primero, y en sus redes sociales, después. Ese mismo día, en otras partes del mundo, habían sucedido similares episodios en oficinas bancarias. El personaje que acudía al rescate era siempre el mismo. Alto, joven pero no imberbe, apuesto y distinguido. Vestía traje, chaleco y corbata. Lucía una pequeña barba y unos finos bigotes recortados con prolijidad. Quizás no fue reconocido por el brillante cabello peinado con gomina a lo Rodolfo Valentino y no calzaba sandalias, sino acordonados zapatos negros lustrados a espejo. Del hombro colgaba una especie de morral que parecía vacío.

Una pícara viejecita jubilada, que le encantaba cotillear con el resto del mundo, relató el hecho como protagonista. Dijo que el elegante señor se presentó a su lado cuando, desolada por la manera en que fue atendida, dijo en voz alta: ¡Oh, diosmío! 

Muchos salieron a la calle y se pusieron a gritar ¡Oh, diosmío!, pero no pasó nada.

Frente a la prepotente atención de un empleado o funcionario, bastaba un ¡Oh, diosmío!... para ser socorrido. Algunos lo hicieron con ánimo codicioso, pero no les funcionó.

La gente comenzó a sentirse protegida por un invisible guardián. A nadie se le ocurrió, pese a ser tan obvio, que el propio Dios podía estar detrás de la expresión ¡Oh, diosmío! Unos dijeron que era el Ángel de la Guarda, que arrepentido de ser un soplón, un hipócrita traidor, se había vuelto de izquierdas. Como es sabido, las personas que reclaman igualdad de oportunidades están siempre a la izquierda.

Una señora, paralítica de por vida, concurrió al Ayuntamiento para pedir un duplicado de su tarjeta de minusvalía. La grosera empleada le dijo que debía traer constancia médica actualizada de su disminución física.

—Pero si mi parálisis es irreversible.

—Tiene que tramitar un nuevo certificado médico.

—¡Oh, diosmío!

El apuesto caballero apareció de improviso y exigió un formulario de queja. La tarjeta solicitada apareció en pocos segundos. La sonriente paralítica se fue en su silla de ruedas seguida por los aplausos de los presentes.

Algunos dijeron que el señor del traje favorecía solo a las viejecitas, pero la realidad desmintió tal aseveración. Tampoco la expresión ¡Oh diosmío! era exclusiva. Lo que atraía al señor del traje era la injusticia, la prepotencia, el despojo flagrante descarado e inescrupuloso: que se esquilara a la oveja y se la dejara viva para que siguiera produciendo beneficios.

Los jóvenes egresados de las universidades confiaban que lo aprendido durante sus años de estudio se vería reflejado en la realidad. Pero ante su inexperiencia, eran maltratados por funcionarios o avispados empresarios. Defraudadas sus expectativas, murmuraban para sí:

—¡Qué hijo de puta!

De inmediato, el señor del traje exigía, amén de una correcta atención, una adecuada respuesta a lo planteado.

Un hombre maduro que se proponía tramitar un plan en una empresa de telefonía móvil y era presionado para elegir la opción más costosa, se retiró murmurando:

Vete a tomar por culo...

El señor del traje solucionaba todo.

Una preocupada señora mayor, deseosa de reponer la pata rota de su cama, se presentó en la misma tienda donde la había comprado.

—No se suministra la pata sola. Tiene que comprar una cama nueva.

—¿Creéis que me sobra el dinero? Os diré una cosa: ¡Meteos la pata en el culo...!

El señor del traje zanjó la situación. El aterrorizado dependiente creyó que venía a cumplimentar los vejatorios deseos de la señora. No pudo menos que alegrarse por el resultado.

El cajero de un banco de Dubai se negó a pagar el cheque de una señora porque llevaba las uñas pintadas. El señor del traje, ataviado con una túnica blanca, cobró el cheque y le entregó el dinero a la señora. Un murmullo de sacrílega rebeldía recorrió a los presentes, entre los que se encontraban numerosas mujeres..., personas estas que tienen por costumbre dar a luz a los habitantes de la Tierra, incluso a quienes las denigran.

Reinaba un clima de satisfacción. Los derechos de los consumidores eran respetados. Los bancos dejaron de aplicar abusivas comisiones en los ahorros de la gente humilde, una costumbre irritante, máxime sabiendo que las grandes cuentas estaban exentas de ellas.

Las descripciones del señor del traje variaban según el lugar donde se dejaba ver. A veces iba de traje y otras de chilaba, turbante o coloridas prendas de batik o bombachas de gaucho con alpargatas. También variaba el color de la piel. Podía ser negro, blanco, lechoso, albino, mestizo, amarillo o cobrizo. Lo que siempre describían igual era su talla, su elegancia y sus finas maneras. Comenzaron a llamarlo el señor a secas..., pero aún lo hacían con minúscula.

El ruido llegó hasta las oficinas del poder político y religioso. Los agentes, reunidos frente a un gigantesco mapamundi, pinchaban un alfiler rojo en el sitio donde fue visto el señor en un mismo día, lugar y hora. Concluyeron que estaban frente a un nuevo grupo terrorista. Era imposible que el señor estuviera en tantos sitios a la vez… ¡Ni que fuera Dios!

Los políticos, enfrascados en sus oscuros negocios y de espaldas a la realidad, se limitaban

a ejercer el gobierno a las órdenes de las corporaciones financieras y las jerarquías religiosas. El sufrido pueblo, engañado una vez más, los había elegido creyendo que lo representarían.

Dos


El desenlace fue romántico. Se llegó a murmurar que la leyenda del señor del traje había sido un montaje para promocionar una nueva y disparatada película.

Sucedió en un banco de Barcelona, en España. La protagonista fue una atractiva señorita de aspecto juvenil y agradable. Iba de zapatillas deportivas, calzas blancas, falda de algodón por debajo de las rodillas y una blusa de encaje al tono. Era bonita, nada provocativa y estaba moderadamente maquillada. Su cautivante sex appeal provenía de la candidez de su figura. Sus frescos labios, saltarines e impacientes, parecían dispuestos a sonreír a la mínima excusa.

La señorita en cuestión, compungida por el penoso saldo de su cuenta, devorada por las abusivas comisiones, profirió un oh diosmío en voz baja... Aunque conocía la existencia del señor del traje, lo hizo para sí misma, sin intención. Se sorprendió en verdad cuando el elegante caballero apareció a su lado. El empleado tras la reja se sonrojó. Sus actuales instrucciones eran evitar el escándalo. Se apresuró a subsanar el inconveniente antes de que interviniera el señor. Los aplausos de los curiosos, que deambulaban por todos lados a la espera de que sucediera algo, surgieron como un géiser cuando la atractiva señorita exhibió el dinero cobrado.

Pero esta jovencita, sin ser provocativa, era algo atrevida y bastante lanzada. Se apresuró a tomar del brazo a su salvador, y mirándolo a los ojos, le dijo con una encantadora sonrisa:

—¿Me invita a un café, señor?

—No tengo dinero —fue la sorpresiva respuesta—. El señor, por su porte distinguido y la calidad de su indumentaria, aparentaba disfrutar de una holgada posición económica. Su desolada expresión daba a entender que tampoco contaba con tarjetas u otros sustitutos del mismo dinero. Ella no se amilanó. Extrajo su fajo de billetes y los agitó como a un estandarte.

—¿Le apetece, señor...? Yo invito.

El público salió tras la pareja empuñando los teléfonos móviles. En la calle había más curiosos. La bella señorita daba pequeños saltos de baile en puntas de pie para emparejarse con las zancadas de su acompañante. La falda de algodón revoloteaba como en La novicia rebelde…, detalle que indujo a creer en una filmación.

La atrevida muchacha y el apuesto caballero, de cuyo brazo se colgaba, formaban una pareja encantadora. El público les tomaba una foto tras otra. Todos imaginaban que se sentarían a brindar por cuenta de la graciosa joven y le pedirían autógrafos al señor del traje... Un festejo a la española.

Pero la fascinante criatura les dio calabazas. Un antiguo coche —modelo del siglo pasado— para dos personas con una puerta frontal estaba aparcado en doble fila con las luces de emergencia encendidas. A su lado, una uniformada policía redactaba una multa.

La bella señorita, arrastrando ahora a su compañero, se acercó corriendo mientras advertía que estaba acompañada por el señor del traje y se trataba de una emergencia. La agente, quizás seducida por su encantadora sonrisa o por la estampa de su acompañante, cerró su talonario, se hizo a un lado y les facilitó el acceso a la puerta frontal del pequeño vehículo. Un BMW Isetta 300 cc de 1962, un microcoche estilo huevo, reliquia de la resurgida industria alemana. Ella estaba encantada con su huevo. Un regalo del padre, fanático coleccionista, cuando terminó sus estudios. Debía valer una pequeña fortuna. Solo cabían dos personas… no demasiado obesas.

Arrancó antes de que el cada vez más numeroso grupo, les cerrara el paso. Las cámaras de los teléfonos la siguieron y grabaron su matrícula que ipso facto fue enviada a los amigos y conocidos de las redes sociales.

La astuta joven aparcó en una plaza para motos frente a un típico bar español con grabados de paella, tortillas y chorizos. Había escasos parroquianos; todos, catedráticos. Ahí se encontraba el saber absoluto compendiado: de Aristóteles a Einstein.

—Ven. Tomemos un café. —Ella comenzó a tutearlo y a dirigir las operaciones.

Eligieron una mesa redonda de mármol blanco bastante sucia. Las sillas eran del tipo vienesas con esterilla. Al pasar por el mostrador, ella pidió dos cafés. El señor dijo con timidez:

—¿El mío puede ser cortado…? No me cae bien el café.

—¡Que sean los dos cortados...!

Frente a frente, pudieron contemplarse unos segundos. Ella, con las mejillas arreboladas por la insólita aventura, pícara, juvenil y espontánea, lo miraba sonriente. Su dentadura destellaba sin recelos. No visitaba al dentista y no se cepillaba con frecuencia, pero su aliento olía a fresas maduras. Él, joven también, algo más maduro, parecía más adulto que ella, aunque en estas cosas nadie puede afirmar quien lo es más. Tampoco se cepillaba los dientes y olía a Eau Sauvage de Dior. Manso, de apacibles ojos pardos, mirada melancólica, lejana, no exenta de una antigua tristeza. Lucía su clásico peinado. Llevaba camisa blanca, corbata y traje gris oscuro. Un señor serio, en definitiva. Ella volvió a tratarlo de usted.

—¿Quién es usted que aparece de repente en la vida de la gente...?

—Soy Dios.

La sencilla respuesta, aunque fuera la única posible, no podría ser más sorprendente. Antes de quedarse muda, alcanzó a responder:

—¡Ahh! ¡Con razón!

Fue entonces que sus mejillas empalidecieron. La espontánea sonrisa se borró de sus labios y la luminosa dentadura desapareció tras ellos. Su juvenil rostro parecía estar envejeciendo. Había sido descubierta; estaba señalada... ¿Qué habría hecho? Guardó silencio. Cualquier cosa que dijera sería inadecuada… Se sentía culpable de algo. Dios, en cambio, sonreía...

—Yo os he creado a mi imagen y semejanza: libres. Vosotros habéis inventado el ciclo de culpa, arrepentimiento y perdón. No me enrostréis vuestra culpabilidad.

De improviso, todo volvió a cambiar. Ella, vacía o ahíta de pecados, pero llena de interrogantes, sintió que levitaba. Una ocasión como esta no se repetiría en toda la eternidad. Aspiró profundo, se armó de valor y volvió a tutearlo.

—¿Dios es tu nombre o eres el Dios del universo?

En su mirada se leía... A ver cómo sales de esta.

—Es mi nombre y soy el Dios del universo...

—¿Tienes credenciales…?

—Yo soy quien otorga las credenciales.

—Menos la tuya.

La chica era lista. Dios no sabía qué responder. Cambió de tema.

—¿Cómo es su nombre…?

Ella se hundió otra vez en el absurdo de su existencia. Lo que hasta hacía poco le parecía el leitmotiv de estar sobre la Tierra, ahora sonaba hueco en presencia de Dios. Todo sonaba hueco. ¿Cómo se llamaba? ¿Qué era tener un nombre? ¿Significaba que ella era algo? ¿Qué cosa podría ser después de todo? ¿Servía su inteligencia para dialogar con Dios? ¿Quién aplica los nombres de las cosas? ¿Cómo llamarse frente a Dios? ¿Le diría la verdad? ¿La verdad de qué? ¿Cuál podría ser una verdad para Dios? Se sentía como si fuera huérfana y apareciera un desconocido que la llamara ¡hija mía!..., y había que empezar todo de nuevo.

Recurrió al primer nombre que apareció en su memoria...

—Me llamo Adán.

—Querrá decir Eva.

Ella sintió el calor de sus mejillas arreboladas. Era tozuda.

—¿Eres sexista, acaso…? ¿No puedo llamarme Adán? —Abandonó el tuteo—. Le guste o no le guste, señor Dios, ese es mi nombre. Puedo ser gay, transexual, hermafrodita o híbrido de mujer con alguna otra cosa.

De improviso se atragantó e interrumpió su perorata. Avergonzada, cambió de tono. 

—No sé qué decirle, señor Dios. Es como si recién acabara de nacer. No creí que usted existiera de verdad. Me lo enseñaron en la escuela. A mis padres también se lo enseñaron.

—El niño sabe encontrar la teta, pero a Dios lo debe aprender.

La expresión teta no mereció ninguna entonación particular. Ella se sintió más segura.

—Bueno, hombre..., digo Dios..., no se preocupe por eso. Hay tantas cosas que nos enseñan y no sirven para nada. No tiene nada de malo que usted sea una de ellas —y agregó—: ¿Qué es eso de ser el Dios del universo…?

—¿Qué tiene de malo…? Si soy Dios, lo soy de todo, querida niña.

Él comenzó a tutearla. Usó un tono dulce, afectuoso, como de complicidad. Sabía que las flores muestran su belleza en medio del desenfado primaveral y no del estruendo de las borrascas. Ella, envalentonada, siguió:

—De niña me mostraban a un viejo barbudo e irascible; el pelo revuelto y la mirada vigilante, que lanzaba rayos de fuego sobre quien se atrevieran a contradecirlo. Me daba miedo.

—Asusta a los niños. El mal genio lo utiliza para eso.

—Entonces... ¿es todo mentira?

—¡Claro, mujer...! No soy viejo, no llevo rayos, que tampoco sabría usarlos; soy pacifista, me gusta el sol, la vida, los hombres y también las madres que los gestan. No dicto leyes ni conductas. 

—¿Qué fue, entonces, lo que le dijiste a Adán y a Eva?

—Que ciertos frutos causan diarrea.

—Pero ellos lo comieron.

—¡No me recuerdes esa escena...! ¡Era el Jardín del Edén! ¡Un asco todo…!

Ella observó un brillo burlón en la mirada de Dios. No parecía una criatura sagrada.

—¿Es verdad eso que dices...?

—¡No, mujer! ¡Es broma! ¿Cómo puedes creer esas fantasías? Eran dos monos peludos que no sabían nada de Dios ni de cualquier otro bicho parecido.

—¡Bueno, hombre..., digo Dios. No te enfades! Es lo que me enseñaron de niña.

—¡A eso vine! ¡Ese es el problema!

—¿La educación?

—¡Claro, mujer! La educación es la clave. Las criaturas son lo que aprenden. Las abejas hacen miel, los leones cazan y los hombres dan vueltas detrás de dioses inexistentes. Como si eso fuera poco, siguen enseñándoles a sus hijos las mismas tonterías.

—Los gobiernos hacen lo mismo... Claro. Son tus enseñanzas.

—¿Mías...? Yo estoy tan desorientado como cualquiera. El cosmos es desconcertante.

—¿Cómo...? ¿Lo creaste y ahora no lo entiendes ni puedes gobernarlo?

Dios agachó la cabeza. Estaba sonrojado. Respondió casi en un susurro.

—Nadie me tiene en cuenta. Todos hacen lo que les da la gana. No estoy seguro de si fui yo el que lo creó o alguna otra cosa nos creó a ambos. ¡Sucedió todo tan rápido! De improviso aparecimos el universo y yo. Los hombres dijeron que fue obra de Dios y yo me lo creí.

—¡Eres un ingenuo de marca mayor! ¡Mira que creerte semejante tontería!

—¡Era tan joven entonces!

—¿Tu padre no te aconsejaba?

—¿Padre? ¡Qué va! No sabes lo terrible que es ser Dios... Me gustaría tener una tía cojonuda de esas que fuman, son guapas y permisivas. Todos tienen una menos yo.

—¿Cómo haces para saber el futuro...?

—De noche… cuando me acuesto… le rezo a la virgen de la Macarena.

Era la segunda burla. Merecía un escarmiento. La sugestiva señorita no alcanzó a castigarlo. Comenzaba a juntarse gente en la puerta del bar y miraban dentro. Los habían localizado; mejor irse. Pero la curiosidad pudo más. Olvidó la insolencia.

—¿Cuál Dios eres? ¿El de los judíos? ¿El de los cristianos? ¿El de la Biblia? ¿Eres el Buda? ¿Zeus? ¿Iahvé? ¿Huitzilopochtli? ¿Osiris? ¿Viracocha? ¿Kthulhu? ¿Uno es verdadero y los otros son falsos? ¿O todos son falsos?

En ese momento, un desconocido se acercó a la mesa. Ella lo detuvo con un gesto de autoridad. Ambos se levantaron. El dueño del bar les hizo señas de que se fueran.

—La casa invita.

Ella tomó a Dios de la mano. Ambos se metieron en el huevo. Se alejaron a la mayor velocidad posible y se escabulleron entre el denso tráfico de Barcelona.

La bella señorita tenía un montón de preguntas. No todos los días sale una con Dios. Olvidó sus compromisos y dio por sentado que su compañero se dedicaría a ella por entero. El tiempo no existiría para él o no tendría ninguna importancia. Recordó una zona arbolada cerca de la playa donde podría esconder el huevo. Fuera de temporada, habría sitio disponible.

—¿Te apetece bajar a la playa? Charlaremos frente al mar.

—Vale, mujer, nos echaremos en la arena.

—Quizás no sea como las playas a las que estarás acostumbrado, pero es lo que hay en

Barcelona... La arena no es muy fina y a veces pica un poco en la piel. 

—¡Vamos, mujer...! Tú le das belleza a cuanto te rodea.

Ella se sonrojó. Un piropo de Dios era cosa seria.

No era un día de sol radiante. La luz se filtraba entre las nubes y su resplandor encendía los rostros. Dios reflejaba la mansedumbre en su mirada. Ella no podía conservar los labios quietos. Una brillante sonrisa asomaba en cada palabra. Al verlo tan cerca y a plena luz, advirtió la delicadeza de los rasgos divinos y la tersura de la piel. ¿Se afeitaría? ¿Qué edad tendría? ¡Miles de años, por supuesto! ¡Qué bien se conservaba! ¡Qué bien olía! ¡Claro, mujer, si es Dios! ¿Qué esperabas?  No es un viejo cascarrabias. Está siempre de buen humor y es muy guapo.

Él recogió sus pantalones para sentarse. Usaba calcetines unisex traslúcidos, negros, de lycra. Se notaba la blancura de la piel y el suave vello de los tobillos. Ella se sintió atraída de una manera irreversible. No era atractivo sexual. No sentía mariposas en el estómago. Era como dejar la identidad humana. Una consubstanciación de cuerpo y eternidad. ¡Miles de años esperando, y ahora Dios estaba allí, al alcance de la mano! Hasta parecía de carne y hueso…, pero ella no pensaba tocarlo.

—¿Llevas mucho tiempo sin hacerte ver en la Tierra?

Unos 30 000 años más o menos.

—¿Por qué demoraste tanto?

 —No podía encontrarla.

—¿Cómo...? ¿No fuiste tú el Creador?

—No recordaba su posición. ¡Si supieras lo grande que es el universo!

—¡Qué desilusión!

—¿Qué tiene de malo...? Nadie es perfecto.

—¿Y ahora...?

—Estoy indignado con los humanos.

—Hay muchos que lo están... Yo también.

—El hombre emponzoña todo lo que toca.

—Claro. Es un animal de la Naturaleza. Allí no hay leyes altruistas. ¡Te felicito, diosmío! ¡Has creado al depredador perfecto! ¡A tu imagen y semejanza!

Dios la miró asombrado. Una respuesta inteligente. Se animó a seguir hablando.

—La inteligencia, en medio de la implacable transformación de la energía, no deja otra alternativa al hombre que erigirse en depredador.

—¿Vas a poner las cosas en su lugar?

—Lo haría si supiera el lugar de las cosas.

—¿Vas luchar por el Bien y la justicia?

—La justicia humana es como Tarzán. Una ridícula fantasía en medio de la selva.

—Entonces ¿qué coño vas a hacer? —preguntó ella, impaciente.

—¡Calma, mujer!... Debo enseñar al hombre la realidad política del mundo.

—¿Y tú sabes cuál es esa realidad?

—¡Claro, mujer! ¡Soy Dios! ¿Qué te piensas? El hombre debe abandonar la Naturaleza para crear una auténtica civilización. Solo así sobrevivirá.

—¿Cómo es eso?

—Dentro de la Naturaleza se destruirá a sí mismo. Pero si crea su propia naturaleza, estará fuera del ciclo de la energía y podrá cuidar a la vieja en lugar de destruirla.

—¡Vaya ilusión! ¡Aquí cada uno tiene su propia verdad!

—Verdades puede haber muchas..., pero realidad hay una sola.

Ella se quedó reflexionando. Era cierto. En la historia aparecieron infinitas verdades, pero siempre se imponía la realidad cruel y salvaje de la Naturaleza. ¿Pretendía Dios crear otra naturaleza paralela? ¡Je! No era mala idea. En una regiría el mal de siempre y en la otra, la realidad de los humanos: una salvaje y otra cultural. Y, lo más importante, estaríamos fuera del ciclo de la energía y quizás seríamos inmortales o viviríamos muchísimos años.

—Exactamente, mujer.

—¿Lees el pensamiento...? Claro. ¡Qué tonta soy! Eres Dios.

—Necesitamos una Naturaleza cultural, solo para el hombre. Eso es lo que haremos.

—¿Haremos?

—Necesito una secretaria. 

—Pero yo pertenezco a la Naturaleza animal.

—No te será difícil desprenderte de ella. La cultura adquirida en vuestro proceso evolutivo

no ha logrado acceder al bienestar y la felicidad. Solo hay sucedáneos. Facsímiles de la realidad.

—Los poderosos controlan todo. Ellos van en yate y nosotros, en metro.

—Son víctimas de lo mismo que han creado. Las instituciones humanas se devoran a sí mismas. Los poderosos no acceden a la felicidad; solo al dinero.

—¿Qué quieres decir? ¿Que no tiene sentido que nos rebelemos?

—Una nueva revolución os traerá dinero y poder. Luego, todo seguirá igual.

—Es cierto. Han fracasado todas. Arrancan bien, pero la codicia las derrumba.

Aunque la mona se vista de seda, siempre mona queda.

—Entonces, ¿los dueños de los esclavos también son esclavos?

—No es posible esclavizar a otros y permanecer ajeno.

—¿Todos cumplen un rol predeterminado? ¿Víctimas y victimarios?

—El capitalismo es el mismo sistema que rige en la Naturaleza. El más fuerte sobrevive.

—Eso es cierto, señor Dios. Los más fuertes mandan... Pero en nuestra sociedad, las cosas son un poco más complejas. Hay bancos, corporaciones, instituciones, policía y ejércitos...

—Es el nefasto resultado de la inteligencia.

—¡Cómo nefasto? ¡Somos inteligentes!

—El hombre es el animal que más sufre; el más poderoso y angustiado.

—Y la inteligencia le sirvió para enseñorearse sobre las demás criaturas.

—Y ha desarrollado una estructura de poder para sostener el confort de una minoría a costilla del esfuerzo de la mayoría. Pero eso no lo libra de la angustia ni del miedo. Tan solo le permite lujos, derroche, exhibicionismo y jactarse del poder que ha usurpado.

—Eso no es nada nuevo. Nuestras decadentes instituciones participan en la evolución.

—Hay un punto de inflexión en que las instituciones se saturan por la codicia y se transforman en otra cosa. Lo ilegal supera a lo legal. Las orgullosas entidades de antaño pasan a ser organizaciones mafiosas. No se exhiben, pero están. Entonces, todos reclaman un cambio.

—Y aparece una nueva revolución... que se consume sola. Ya no quedan revoluciones.

—Hay que cambiar al hombre, no al sistema. La codicia envilece todos los sistemas. Los dueños de los esclavos son esclavos de su posesión. No pueden dejar de poseer y evitar ser desposeídos... mientras ellos despojan a otros. Es la conducta de la Naturaleza.

—Claro, son animales.

—La codicia dentro de la Naturaleza se limita a sobrevivir. La riqueza es compartida. La codicia humana no deja sobras. El sistema otorga poder, pero no felicidad. La evolución se satura… y vuelve a empezar. Ahora está en el punto de inflexión. Lo que antes sirvió para crecer, ahora sirve para caer. Lo ilegal y mafioso es la norma, no la excepción.

—Tan acostumbrados están a vivir mal que no tienen memoria del bienestar.

—Y fomentan la caridad para incrementar la pobreza. Así mueven la economía.

—Es como si criaran humanos solo para sustento...

—En una especie como la humana, peor que el hambre es la ignorancia.

Ella permaneció en silencio mirando la arena. Cogió un puñado y la dejó caer. Lo hizo una y otra vez. Dios la dejó pensar. De improviso, ella preguntó:

—¿Quieres que luchemos por arreglar las cosas...?

—A eso vine.

—¿Y cómo vamos a derrumbar una estructura de poder erigida a través de los siglos...?

—Saliendo de la Naturaleza.

—¿Cómo es eso?

—Haremos al hombre a nuestra imagen y semejanza de una vez por todas. Crearemos el Hombre Cultural y abandonaremos el Hombre Animal. Tendremos una Naturaleza exclusiva del hombre donde reinará el bienestar y dejaremos la otra, donde reina la supervivencia.

—¿Haremos? ¡Qué guay...!

—Perdona. Lo dije sin intención

—¡Ya lo dijiste! ¡Es tu inconsciente!

—Yo no tengo inconsciente.

—No importa. ¡Lo haremos juntos y está todo dicho!

—Está bien... Lo haremos juntos.

En su infinita sabiduría, Dios había aprendido a no discutir con las mujeres. Mejor dejarlas volar… hasta que regresen por sí solas. Ella, impulsiva, hizo ademán de levantarse para ponerse en acción, pero la invadió una extraña sensación de soledad. Ya no podría alejarse de Dios. Si se iba, volvería a ser una buena chica. Tampoco sabía cómo ni por dónde empezar para salvar al mundo. Volvió a sentarse.

—Perdona por haberte dado órdenes. A veces no puedo evitarlo.

—Comprendo. Eres mujer... Ahora estoy seguro de eso.

La respuesta era concluyente. Ella se ruborizó de nuevo. Lo que menos le interesaba era una discusión sobre feminismo con Dios. Mejor cambiar de tema.

—¿Vuelas...?

—No, mujer... ¡Qué cosas se te ocurren!

—¿No eres como Superman?

—Ojalá lo fuera. De niño quería ser como él.

—¿No eres el Todopoderoso?

—¡Qué va, mujer...! De todopoderoso no tengo nada.

—¿Cómo? ¿No eres el Poder Máximo? ¿No has creado el universo en pleno?

—En ese momento sucedió una enorme explosión… y todo se me fue de las manos.

—¡Ahora comprendo!  Eras como un niño con un juego de Química Instructiva.

Dios parecía avergonzado.

—¿No habrás estado jugando con uranio 235?

—No recuerdo. Era un niño.

—¿Chupabas del pecho de tu madre?

—¿Del qué...?

—Perdona.

Ella estaba desencantada. ¿Qué clase de Dios era este? Imaginaba que volaría en sus brazos recorriendo el mundo para salvar un avión en caída libre o una ciudad aquejada de un terremoto... o un montón de cosas, ¡y ella sería la secretaria! Vestiría falda provocativa, un ajustado jersey y tacones de aguja. Sería una tonta y se metería en líos..., pero él la rescataría a tiempo.

—Te advierto que no seré una secretaria tonta.

—Ni yo lo deseo.

Decepcionada todavía porque no podría volar preguntó, a modo de consuelo.

—¿Puedes hacer milagros?

—Algunos sí, pero no siempre me salen bien.

—¿Cuándo?

—Cuando pretendo que la Naturaleza haga algo que no le agrada. Algo incompatible.

—¿Resucitarás a alguien?

—Eso no se debe hacer. La muerte viene una sola vez. No regresa. Un resucitado se convertirá en nutrientes sin haberse muerto. Yo jamás resucitaría a nadie.

—¿Y quién resucitó a Lázaro?

—¿Tú lo sabes?... Pues yo tampoco.

—¿Quieres decir que son fábulas de los religiosos?

—Obvio, mujer. La muerte es la obra perfecta de la Naturaleza, la clave de la evolución. Sin la muerte no habría existencia posible. Viene una sola vez. Jamás la inteligencia podrá entenderla. No es un algoritmo. Es el ciclo interminable de la energía; el origen del tiempo.

—¿Eres informático?

—Soy un ser digital; tan solo una inteligencia digital; tan solo una sabiduría infinita.

La respuesta la dejó perpleja… anonadada. Volvió a jugar con la arena. Comprendió que él no se levantaría y le diría: Ya es hora de ir a casa. Tendría que seguirlo donde fuera. ¿Y sus padres? Se imaginaba a su madre diciéndole al padre: ¿Sabes con quien está saliendo la nena? Entonces, como si fuera un conjuro, sonó su teléfono móvil.

—Hola, mami.

—¡Nena! ¡Por fin te encuentro! ¿Dónde estás?

—En la playa, mami…

—¿En la playa? ¿Con este frío? ¿Estás sola?

Era la pregunta más temida. Ella miró a Dios. Sentía sus mejillas arreboladas. Respondió:

—Con un amigo, mamá.

La otra pregunta vendría de inmediato. Ella se inquietó. No tendría respuestas. Pero la madre percibió el nerviosismo y se abstuvo de indagar más. Tan solo agregó:

—¿Vendrás a cenar?

—Creo que no, mami.

Ella colgó y miró a Dios. Enfrentó la serenidad de su mirada. Mejor preguntar alguna cosa.

—¿Cómo haces para aparecer en otras partes del mundo a la misma hora?

—Soy Dios.

—Esa no es una respuesta válida en la Tierra.

—Yo soy miles de millones, de trillones.

¿No estaría ella frente a una copia? ¿No andaría este dando vueltas por ahí? Claro. Es Dios. No hay forma de estar segura. Desconfiada, estiró un brazo para tocarlo. Era de carne y hueso..., o de una materia desconocida. Cambió de tema.

—¿Cuándo comenzamos nuestra misión de sacar al hombre de la Naturaleza?

—Necesito tu ayuda.

¿Qué te parece, guapa? Dios me necesita. Pero ¿y si no era Dios sino un aprovechador? A la mínima insinuación, le daría un golpe y saldría corriendo. No obstante, sonrió.

—Estoy a tus órdenes.

—Eres Licenciada en Técnicas de Comunicación Audiovisual.

—¡Ah! ¡Lo sabías! ¡Claro! ¡Que torpe! Eres Dios.

—Necesito una web manager para montar una red mundial de comunicaciones.

—¿Para eso me ayudaste en el banco? ¿Por interés? ¿Sabes una cosa? Eres un cínico como todos. Nunca hacen nada por amor verdadero.

—¡Calma, mujer! ¿Crees que hago lo que me da la gana? ¿Crees que ser Dios es fácil? Si

te ayudé fue por amor verdadero. Cuando te conocí supe algunas cosas sobre ti.

—¡Qué bonito! ¡Mientras yo te miraba embobada...! ¿Qué más sabes de mí...?

—Que eres virgen.

Ella se sintió más cerca de Dios. Su virginidad le preocupaba. Hasta llegó a imaginar que contrataba a un desconocido para que lo hiciera. Si no por amor, al menos por dinero.

—No debes preocuparte. La virginidad es un producto de consumo. No una afrenta.

—Está bien, Dios, perdona. Dime ¿Cómo haremos para montar una red de comunicaciones? Soy recién recibida. No me conoce nadie y el dinero que me ayudaste a retirar del banco es todo lo que tengo.

—Comenzaremos por lo último. Toma nota.

No había papel ni lápiz. ¿Tendría que anotar en la arena?... Ella cogió su teléfono móvil.

—Dime.

Dios se acercó a su oído. ¡Qué fragancia! ¡Debía ser carísima! ¿La compraría en alguna galaxia? De seguro la robaba, porque anda por el universo sin un céntimo encima. Ella anotaba los números que él iba dictando. Se levantaron a un tiempo.

—Vamos, mujer.

—Vamos, diosmío.

Un vecino les informó dónde había una agencia de loterías. Ella llenó una boleta con los números anotados. Le costó dos euros. Salieron tomados del brazo y se internaron por las calles de Barcelona entre un montón de gente. El pequeño coche continuaba aparcado bajo la arboleda del Paseo Marítimo. Ella cruzaba los dedos. Dios también.


Tres


La seductora señorita estaba en un atolladero. ¿Qué hacer ahora? No podía decirle a Dios... Me voy a dormir… ¿Nos vemos mañana para desayunar...?  Si se alejaba, aunque fuera un segundo, no volvería a encontrarlo. ¿Estaría él interesado en realidad? Había dicho... necesito tu ayuda. ¿Sería cierto o lo dijo por decirlo nomás, como un humano cualquiera? Ese día había conocido la incertidumbre del universo. Estar y no estar, ser y no ser… y todo a la vez.

Dios caminaba a su lado con aire de abuelo del brazo de su nieta. A sabiendas de que era la eternidad de los tiempos, se permitía exhibir en sus labios una presumida sonrisa. Claro. El señorito es eterno. ¿Qué podría importarle a él la incertidumbre del universo? ¡Pero no...! No era así, él no era eterno, nada lo es. Dios estaría tan angustiado como ella. Lo disimulaba solo para conservar su aureola de divinidad. Ese aire de jactanciosa eternidad provendría, justamente, de aceptar con humildad su propia incertidumbre ¿Y ella…? ¿Tendría que unir su destino a este hombre que ni siquiera era un hombre? Es cierto que vestía traje, corbata y zapatos masculinos, pero eso no determinaba su condición de hombre. Aunque tampoco de Dios.

En un rato más tendría que tomar una decisión. ¿Ir a un hotel, comer y acostarse juntos...?  Un hotel, sí, pero en habitaciones separadas. Cenar juntos también. ¿Y acostarse? ¿Qué se puede hacer con Dios en la cama? Ella era virgen… ¿Eso era bueno o malo para Dios? Quizás no le interesara la tersura de su piel, ni sus senos juveniles, y ni hablar de los genitales. Debía ser masculino solo gramaticalmente hablando. Acostarse con Dios sería como hacerlo con la Nada Absoluta. Ni hombre ni mujer, ni vivo ni muerto, ni ciego ni vidente, ni sano ni enfermo, ni pene ni vagina... Nada de nada.

¿Qué les diría a sus padres...? ¡Me voy a dormir con Dios! Terminó comprendiendo que nada de eso tenía importancia. A él le daría lo mismo. Nunca se cansaría. No la invitaría a cenar ni a la cama. Si andaba por el mundo sin dinero ni tarjetas de crédito quería decir que caminaría imperturbable toda la noche y todo el día siguiente y el resto de sus días… De los días de ella. Iría de un lado al otro sin detenerse nunca. Es Dios ¿Qué te creías…? Una vez hechas las preguntas fundamentales no había tema de conversación. Las cosas domésticas no parecían importarle.

Él la tomaba del brazo. Parecía estar muy a gusto. De una sola cosa ella estaba segura. No lo soltaría. Estaban anclados en la Tierra como un globo aerostático... En cuanto uno se desprendiera, él otro volaría hasta perderse en el cielo.

Otro pensamiento surgió mientras Dios se colgaba de su brazo. Junto a él estaba a salvo. ¿A salvo de qué? De que la atropellara un coche, de que un policía le disparara por error, de que le diera una repentina apendicitis, de que un viejo edificio se desplomara en su cabeza, de que los asaltaran, de que la violaran, de que perdiera el dinero, de que le roben su precioso coche... y un montón de riesgos cotidianos…, de esos que el seguro no quiere saber nada.

Cada minuto que pasaba la afirmaba en la dicha de sentirse viva. En eso consistía estar junto a Dios: una certeza absoluta de estar viva y ser parte del universo.

Pero algunos detalles de índole química requerirían atención en cualquier momento. Estaba famélica. Ansiaba ir al lavabo, una ducha caliente, crema para el cuerpo, perfumes, mimos y todas esas cosas que se consiguen en los brazos de mamá, del marido… o de Dios.

Pasaron frente a otra agencia de loterías. Estaba cerrada. Había una pantalla con los resultados del último sorteo. Ella le tironeó el brazo. No habían sacado el primer premio ni el segundo, pero sí el tercero. Los números coincidían. Bajo la fría mirada del resto de la humanidad, ella le saltó al cuello y lo abrazó y lo besó en medio de la calle.

—¿Cómo lo hiciste, diosmío?

—Tuvimos una suerte del demonio.

—¿Del demonio? ¿Lo conoces?

—¡Qué cosas preguntas, hijamía! ¿Cómo no lo voy a conocer?

La gente los miraba. Habían reconocido al señor del traje. Debían alejarse. Dios alzó el brazo. Un taxi vacío apareció de repente. Venía directo hacia ellos.

—Dile dónde está tu coche. 

El viejo Isetta estaba todavía donde lo había dejado. Ella pagó al taxista. Dios abrió la portezuela y le dijo:

—Aguarda un momento.

Cruzó la calzada y entró en un coqueto bar. Regresó en unos minutos con algo envuelto en

papel de aluminio y una lata de cerveza fría.

—Toma. Para ti…

El paquete despedía un aroma apetitoso. Ella se relajó de inmediato y el universo infinito se redujo, por el momento, a un solo planeta y una sola ciudad; a un bocadillo de filete de lomo de cerdo con mayonesa y lechuga. Había servilletas de papel. Dios, con suma ternura, extendió una sobre su regazo y, mientras le abría la lata de cerveza, le dijo con dulzura:

—Come, hijamía.

Ella no podía responder, solo masticar. Las proteínas y los carbohidratos ingresaban en tropel a su organismo y no demoraron en transformarse en energía, placidez y satisfacción. Bebió la cerveza de un trago. Eructó involuntariamente. Se avergonzó, pero él no pareció haberse molestado. Por fin, pudo hablar.

—¿Cómo lo hiciste?

—¿Cómo hice qué?

—No tienes dinero...

—¡Ah...! Eso no tiene importancia. Les dije... Mi secretaria pagará. El buen hombre estaba tan feliz que agregó un chocolate para el postre... Toma.

—Gracias, diosmío.

Una repentina modorra la invadió. Fue el último recuerdo de ese día. Perdió el sentido de las cosas, y en los brazos de Dios, se hundió en un mar de seda y terciopelo.

La impúdica costumbre de la Tierra de exhibirse frente al sol la volvieron a la realidad. Seguía sentada en el huevo. Olía bien, estaba limpia, perfumada, y sus ropas, las mismas de ayer, parecían haber sido lavadas y planchadas por una hacendosa madre. Dios, imperturbable, estaba a su lado con los ojos abiertos y la mirada puesta en la constelación de Alfa Centauro. ¿Se habría ocupado de su aseo y de sus ropas? ¿Cómo lo habría hecho?

¿Y si él se hubiera aprovechado mientras estaba dormida? ¿Si todo era una excusa como esos que dicen A mí el sexo no me interesa...? Su madre solía decirle… Dioses lujuriosos se metamorfosean en cándidas palomas para fecundar incautas doncellas.  El lavado y perfumado habría sido para borrar las huellas del delito. La afligida señorita buscó señales de violación, pero no encontró ninguna. Quiso rastrear sus genitales para comprobar si olían a hombre, pero no conocía el olor del hombre. Recordó que Dios no tenía sexo. Si recurría a las palomas sería por algún motivo obvio. Podía estarse tranquila, pero ¿tendría pene? ¿Cómo saberlo? Nunca duerme, ni orina, ni se le nota nada. Hay una sola manera...

—Buenos días, diosmío. ¿Cómo estás? ¿Estuviste toda la noche a mi lado? —dijo mientras lanzaba su mano a la entrepierna de Dios. Este ni se inmutó.

—Buenos días, hijamía... No por estar junto a ti he dejado de trabajar.

—¡Mmm...! ¿Qué has estado haciendo? —La expedición no arrojó resultados. O estaba muy bien escondido, o era muy pequeño, o no estaba.

—Cuando en un hemisferio es de noche suelo trabajar en el otro.

—¿Cómo haces para estar en varios sitios a la vez...? —Tuvo una sospecha—. Dime, cuando estuvimos en la playa, ¿permaneciste todo el tiempo a mi lado?

—Claro, mujer. Era de día en este hemisferio.

Ella no estaba conforme.

—¿Tienes una secretaria en el otro hemisferio?

—Tú eres mi única secretaria en toda la vastedad del universo.

Ella quedó en silencio. Junto a una gran alegría, sintió también que una enorme e infinita responsabilidad se abatía sobre su persona.

Comenzaron a trabajar luego que ella desayunara en el coqueto bar y pagara los gastos.

Los mensajes que anunciaban la presencia en la Tierra del Señor Dios del Universo se fueron multiplicando exponencialmente. El mundo estaba preparado para oír la palabra de Dios.

Consubstanciada con él, ella se alejaba de su cuerpo para integrarse a lo infinito. Supo que la jaula estuvo siempre abierta..., pero nadie se atrevió a volar.


 

4 La era ridícula


—¡Qué mierda de civilización habéis hecho, hijosmíos...! Y eso que fuisteis creados a imagen y semejanza de Dios. ¿Qué hubiera sucedido de haberos dejado en manos de los tantos monos que había por allí ese día?

Diosmío —dijo la bella secretaria—, no culpes a los hombres por tu torpeza.

—¿Cómo te atreves? ¡Explícate!

—Los políticos no solo engañan a la gente. También a ti, diosmío. Te han hecho creer que somos obra tuya.

—… ¡je! Te hemos creado a nuestra imagen y semejanza, diosmío.

—Gracias a tu ingenuidad, se creen con derecho a controlar nuestra existencia. Si hubiéramos evolucionado directamente de los tantos monos que había por allí ese día, ahora seríamos más felices. La civilización de los dioses humanos no ha servido para nada.

—… tú te piraste y nosotros quedamos a la buena de Dios.

—… y permitiste, de puro chafardero que eres, que utilizaran tu nombre para expoliarnos.

—… pero aunque seas un tarambana, nosotros te queremos igual, diosmío.

—Está bien, hijosmíos, acepto vuestros reproches. Ese día estaba un poco atolondrado.

—… ¿no se te ocurrió asesorarte?

Ego sum qui sum… ¿Creéis que es fácil eso?

—… ¡en qué triste soledad estás inmerso, diosmío…!

—Os pido perdón, hijosmíos, por haberos creado.

—… ¿y luego de 30 000 años nos sales con estas?

—… pedir perdón, diosmío, es una repugnante práctica de los políticos. Más que pedir perdón, lo reclaman. Abren los archivos históricos y las cosas salen a la luz… A una luz mortecina. La verdad no es imprescindible. Los gobiernos piden perdón; el papa pide perdón; los pueblos perdonan y todo sigue igual... hasta la próxima vez. A veces pagan una ínfima indemnización a los pocos que quedan vivos… y la gente vuelve a creer.

—… y los medios de comunicación —sicarios del poder— crean una nueva historia con los restos de la otra y el camino queda despejado para nuevos desmanes… por los que, pasados unos cuantos años, volverán, con el mismo cinismo, a pedir perdón.

—… y el ciclo de culpa y perdón pasa a ser como un blanqueo de conductas.

—…que, como la  muerte, se recicla en las mismas conductas.

—… y todo sigue igual. 

—Los gobiernos reproducen las de la Naturaleza, hijosmíos: codicia, sumisión, rapiña, terror y avasallamiento… La ficticia democracia sirve para disfrazar el miedo.

—… en la Naturaleza, el Bien y el Mal son buenos amigos.

—… y en la historia humana también, pero se esconden tras la moral.

—… siempre se lucha contra el Mal, diosmío… ¿Por qué será?

—… el Mal reina en la Naturaleza. El Bien, un eterno pandillero, quiere desalojarlo.

—La historia que os enseñan, hijosmíos, es un lavado de cerebros. Uno de los tantos que afrontaréis en la vida. Antiguas falsedades son reemplazadas por actuales falsedades.

—… y las corporaciones instalan sus fábricas donde mueren los hijos de otros.

La Matrix se culpa y se absuelve a sí misma. El saldo es cero.

—… ¿qué es eso de La Matrix?

—Son las sociedades que constituyen los grupos de poder, hijosmíos. Nadie los vota, pero gobiernan el mundo. Esquilan a la gente como a un rebaño de ovejas. Los idealismos ya no existen… y los países tampoco. La Tierra es una gigantesca empresa, cuyo directorio designa gobiernos para que gestionen el mercado. Dejasteis de ser personas para convertiros en consumidores. Estéis sanos, enfermos o muertos, solo interesa el dinero que producís desde que ingresáis al vientre de vuestra madre hasta que volvéis a la tierra. Y si adquirís fama, o sois crucificados… ¡pues, tanto mejor! Muertos seguiréis produciendo dinero.

—… entonces, es cierto lo del más allá. Te siguen esquilando en el más allá.

—… ¿quiénes integran La Matrix…? 
—Los monopolios que controlan las fuentes de energía, las materias primas, el flujo del dinero y cuanto necesitáis para sobrevivir, hijosmíos. Se han adueñado de los medios de comunicación, la educación, la indumentaria, la genética, las medicinas, los alimentos y la tecnología. Todas las necesidades de vuestra vida están bajo el control de los monopolios. Son de estructura mafiosa y no vacilan en asesinar cuando sus intereses están en juego.

—… entonces, diosmío, la democracia es un mito.

—En la actualidad, sí lo es… Votáis, pero no elegís.

—… casi hay libertad…, casi hay democracia…, casi hay justicia.

—… estamos a merced de los lobos, que nos engañan con el cuento de los lobos.

—… antes era la amenaza soviética; ahora es Irán, Corea del Norte o el Islam.

—… nunca falta un enemigo.

—… si no lo hay lo inventan.

—… hasta el extremo que el mismo inventado nos considera contrincantes.

—Predican la paz, hijosmíos, pero incitan a la guerra y venden armas a unos y a otros.

—… ¿y la medicina, diosmío?

—Ya no cura. Conserva la salud a costa de brebajes… que causarán nuevas molestias, por lo que habrá que recetar otros brebajes, y así sucesivamente.

—... sobrevendría una hecatombe económica si el mundo fuera como debía de ser.

—... si todos estuvieran sanos, si nadie fumara, si no se drogaran, si hubiera justicia…

—La economía, hijosmíos, se concentra en grupos financieros ocultos en las sombras y sedientos de sangre humana. Una mafia que manipula lo que seguís llamando democracia. La educación religiosa y los medios de comunicación son sus aliados. De las aulas escolares egresan ignorantes ilustrados… autómatas que obedecen, consumen, tributan, votan a ciegas y creen que lo hacen en libertad. Un engaño que perdura desde hace siglos. Los políticos, como los payasos del circo, entretienen al pueblo para que no vea a los depredadores.

—… y el ciudadano solo puede elegir entre las opciones disponibles.

—… todas controladas por La Matrix.  

—… los lobos exhiben la cruz y esconden los dientes.

—Para controlar a los pueblos, la Matrix necesita de un enemigo, hijosmíos. En la Naturaleza todos tienen uno. Un león se apodera de una manada. Usa el terror, no el derecho.

—… nos atrae tanto pertenecer a la manada, diosmío, como diferenciarnos de ella.

—Los políticos, hijosmíos, son delegados de La Matrix. La dependencia de los monopolios es mayor cuanto más alto se sube en la escala del poder.

—… entonces, no gobiernan, sino que endeudan a la gente.

—Tú lo has dicho. La Matrix está presente en la vida diaria. Para encontrarla hay que seguir el flujo del dinero. Es como un árbol a la inversa. Las hojas convergen en ramas y éstas en otras más gruesas hasta desembocar en un gigantesco tronco, sólido y robusto.

—… muy difícil de voltear.

—… todo depende de la intensidad del viento.

—No seáis viento, hijosmíos. No sirve. El viento son ellos. Sed una conducta global.

—… ¿y los medios de comunicación, diosmío?

—Son artífices del engaño en libertad.

—… o de la libertad engañosa.

Transforman una información en un producto. Descubren enemigos nuevos para aggiornar conflictos viejos. Forman opinión. No son imparciales. Embrutecen a la gente con sus procaces programas televisivos. Nada aportan a la cultura humana solo sirven a sus intereses. Ya no hay fornidos gladiadores pero sí, un grosero Gran Hermano, o un partido de fútbol.

—… son engañadores profesionales. Muestran una verdad y difunden una mentira.

—… aparentan luchar contra las drogas alucinógenas, pero incitan a su consumo.

—… ¿y la democracia, diosmío?

—Fue un buen sistema de gobierno. Hoy es un engaño más. Ya no hay países, sino diferentes mercados para las grandes corporaciones. ¿A quién le interesa la democracia?

—… y a nosotros, engañados desde la escuela, se nos ubica en el escenario.

—… para qué representemos la comedia de nuestra propia vida.

 

—Estáis en las cavernas, hijosmíos. Aún no sabéis que afuera brilla el sol.

—… nos han acostumbrado tanto a la oscuridad… que no imaginamos la luz.

—… y se nos pasa la vida convencidos de haberla vivido.

—… pero hemos sido endeudados, hipotecados y esquilados como ovejas.

—… y enviamos a nuestros hijos a las mismas escuelas donde fuimos adoctrinados.

—… y los ponemos frente al televisor para que un locutor, en un tono de orgasmo exasperado, los entusiasme con juegos como si fueran lo fundamental de la existencia.

—Sois expertos en criar niños felices… que devienen en adultos desgraciados.

—… y todo se mide con las cifras del consumo. No importa la calidad de una obra de arte, sino que esté entre lo más vendido. Con solo hacer clic en me gusta se crea una realidad.

—… y los eventos culturales contribuyen al embrutecimiento. Los merchandising están en los museos y exposiciones de arte. Lo que Natura no muestra… se vende a la salida.

—… las especies de la Naturaleza adoptan conductas globales y siguen a sus líderes.

—Es que sus líderes, hijosmíos, los conducen adonde abunda el alimento y el bienestar.

—… en cambio, los líderes humanos nos conducen adonde todo es más caro.

—El hombre cultural no precisa líderes. Solo la conducta cultural.

—… hay algo que no entiendo, diosmío… ¿Quién gana en este juego de la vida?

—Todos pierden. La Naturaleza también. Quienes os explotan también sufren.

—… los políticos sonríen con los labios pero sus ojos destilan angustia.

—… ¿entonces, todos, explotadores y explotados, nos destruimos sin sentido…?

—… si no sabemos por qué vivimos, no podremos saber por qué nos destruimos.

—Os destruís por nada, hijosmíos. La diferencia consiste solo en dinero, lujos, derroches, pirámides y ostentosos ataúdes. Todos defecáis la misma mierda.

—... es que las desigualdades sociales son de costumbres, no del cuerpo.

—... y en el regreso a la tierra, desaparecen ¡por fin!

—... la democracia se ha ridiculizado, diosmío. Los Gobiernos son instrumentos de un poder que manipula las instituciones y las leyes. La mentira y el engaño sobresalen. La gente vota

un rostro, un sentimiento, una personalidad, una promesa, una revancha, pero no un programa de gobierno. Embrutecida por los medios, vota con el estómago, los genitales o el corazón. Las opciones están controladas por La Matrix. El sistema mafioso rechaza a los honestos. Los aísla y los envuelve en su mucosidad… Son una perla, una rara avis.

—… la diferencia entre los piratas de antaño y los políticos de ahora es el desodorante.

—Vuestras instituciones, hijosmíos, están expuestas a la erosión de las conductas del hombre: codicia y avasallamiento.

—… ¿no son las mismas de la Naturaleza?

—… la inteligencia humana la modifica.

—… ¡con razón la Naturaleza no nos quiere!

—… y ellos mismos hicieron las leyes electorales.

—… y la rebeldía del electorado no puede colapsar el sistema. Voten como voten, el poder no tiembla. No existe una forma legal expresar disconformidad. El voto en blanco no sirve para nada. El sistema solo deja expedito el camino de la violencia.

—… es lo que ellos quieren: un enemigo.

—… para apalear al pueblo y ocultar su codicia.

—… prometen infinidad de cosas sin explicar cómo las conseguirán.

—… porque desde el principio no tienen intención de cumplirlas.

—… los han convencido de que el pueblo es incapaz de gobernarse a sí mismo.

—… que los más fuertes deben gobernar a los más débiles.

—… pero no especifican quienes son unos y otros.

—… ¿y las religiones, diosmío?

—¡Hombre…, qué pregunta! Son aliadas del poder. Parece que están junto a los pobres y los mansos de espíritu…, pero solo para convencerlos de dejarse explotar.

—Nadie los vota, pero se sientan a la mesa del poder. Una mesa con solo tres invitados, hijosmíos: el dinero, la religión y el terrorismo.

—… unos roban el esfuerzo y otros las ideas. 

—… ¿y el terrorismo qué hace, diosmío?

—Es el enemigo necesario. Sus beneficios son proporcionales a las víctimas que cause. Los beneficiarios pueden estar entre los propios afectados. El arrendador y el arrendatario suele ser el mismo. La Matrix y el terrorismo son más aliados que adversarios. El fundamentalismo religioso o político sirve a intereses contrarios a los que cree servir. Es una excelente excusa para apropiarse de riquezas ajenas. En política, un buen enemigo es más valioso que un buen amigo. Sirve para todo. Para aumentar impuestos, gastar dinero en armamentos, apropiarse de las fuentes de energía, justificar gastos destinados a proteger a la población de la amenaza del terrorismo… Gracias a este, el narcotráfico, la prostitución, la pobreza y la ignorancia siguen siendo las mejores fuentes de ingresos.

—… denigran a las prostitutas del sexo, mientras ellos prostituyen las leyes.

—Son tantas las utilidades del enemigo, que ningún Gobierno puede prescindir de él. La alianza de religión, dinero y terrorismo, hijosmíos, es La Matrix; una mafia que ofrece protección imaginaria a cambio de sumisión real.

—… la vida que importa está antes de la muerte. Después, queda la vergüenza.

—… y no debemos desperdiciarla en un escenario.

—… ¿y la democracia representativa, diosmío?

—Los políticos, hijosmíos, no os representan a vosotros. Representan a las corporaciones que los han designado. Ávidos de rapiña, son corsarios a la caza de incautos.

—… y destapan la corrupción del anterior Gobierno para ocultar la del actual.

—… esta saldrá a la luz en el próximo y, ¡venga!, a empezar de nuevo.

—… pero no tenemos nada mejor que esta envilecida democracia representativa, diosmío.

—Sí que tenéis. Id a una democracia directa, sin representantes. Internet lo hace posible. Podéis gobernaros por vosotros mismos.

—… seguir la carrera política es como un máster en corrupción.

—… y los egresados se llevan la cosecha que nosotros hemos cultivado.  

—El poder está en vosotros, hijosmíos, no lo cedáis a los corruptos. Antes cuidabais de vuestra cueva. Cuidad hoy del planeta que os cobija. Ningún dios os dará otro.

—… y la economía, diosmío, se nutre de nosotros mismos. Nos ahoga.

—Esa es la crisis que os espera. El capitalismo de la Naturaleza devorará al vuestro.

—… ¡claro!, a ella el dinero no le interesa.

—Si un organismo, hijosmíos, está en equilibrio consigo mismo y no conoce otros enemigos que sus propias enfermedades, el mismo equilibrio tendría que lograr un sistema político. Después de todo, sois millones de hígados, estómagos, cerebros, penes y vaginas: una incesante repetición de células en equilibrio, y cualquiera de ellas sabe lo que pasa en el sistema... Vosotros, gracias a Internet, podéis ser las células de un gran organismo político.

—… ¡eso es genial, diosmío! Si un solo cuerpo humano está en equilibrio es posible que millones de cuerpos humanos estén en el mismo equilibrio… y no haría falta un contrincante.

—... solo virus y bacterias que pugnan por vivir en nuestro propio cuerpo.

—... tendríamos, como las células, conductas sociales propias; sin líderes.

—... ¿y qué es lo que desentona en un sistema tan perfecto, diosmío?

—Las religiones y su obsoleto misticismo os impiden la evolución.

—… han creado el enemigo perfecto: el hereje.

—… e impiden que nos amemos los unos a los otros.

—… y todas dicen que el enemigo es la otra.

—… ¿y la Revolución Industrial, diosmío?... ¿Ha fracasado también?

—Es víctima de su eficiencia. Crecer y crecer constantemente. Se devora a sí misma.

—… los bienes son cada vez más abundantes. Hay más oferta que demanda.

—… mientras hay demanda todo va bien: los precios suben y hay riqueza para acumular.

—… cuando la oferta es mayor, los precios deberían bajar. Así dice la ley del capitalismo.

—¿Hasta cuánto pueden bajar? No pueden llegar a niveles negativos. En ese punto, hijosmíos, los medios comienzan a mencionar la palabra crisis y os convencen de sacrificar vuestro bienestar. Os rebajan los sueldos, aumentan los impuestos… y sobrevienen los expolios. 

—… ¿expolios dices, diosmío?

—Sí. Auténticos expolios. Las normas financieras las hacen ellos para crear dinero que no existe y volcarlo al mercado bajo la forma de hipotecas y préstamos para el consumo. Deudas que debe pagar la gente con el fruto de su trabajo, la única moneda que vale. Os prestan dinero ficticio y debéis devolver dinero real. Antes os pagaban con vales para cambiarlos por alimentos. Hoy os dan una tarjeta de crédito para que consumáis de idéntica manera. Es la civilizada esclavitud económica. De una forma u otra, hijosmíos, la esclavitud está presente entre vosotros desde el principio de los siglos.

—… y las crisis no aparecen de improviso. Las fabrican ellos.

—… han remplazado el patrón oro por papeles impresos para endeudar a más gente.

—Llegáis a un punto, hijosmíos, en que el coste de un producto es inferior a la basura que produce. En vuestra actual economía, la basura tiene un valor considerable aunque no sirva para nada. Y, por cierto, sí, hay más oferta que demanda. Vuestro mundo está lleno de basura.

—… que termina contaminando los océanos, nuestra fuente de vida.

—… ¿y la libre empresa, diosmío? Cualquiera puede tener una y hacerse rico.

—Será rico, pero no demasiado. Dependerá de los monopolios de la energía y las materias primas. Tendrá que explotar a sus empleados y participar del ciclo de La Matrix, su socia en las ganancias, pero no en las pérdidas. Si es honesto y carece de contactos políticos, no pasará del cerco delimitado por la presión tributaria. Si para peor, crece demasiado, despertará la codicia de los poderosos, quienes lo obligarán a vender su empresa… y todo volverá a ser como era.

—… sin evadir impuestos y sin chanchullos políticos es imposible levantar vuelo.

—Tú lo has dicho. Lo ilegal está de moda. Las películas, novelas y crónicas periodísticas se dedican a presentar las acciones ilegales… como brillantes, audaces y heroicas.

—… y la basura es el receptáculo de un dinero que cada vez vale menos.

—… y la gente paga el valor agregado por un envase destinado a la basura.

—Vuestra economía no es un ciclo en espiral, sino un círculo vicioso, como una mesa de póquer. Quien tiene más fichas, gana. Las empresas hacen lo mismo: se fusionan en otras cada  

vez más poderosas. Necesitan muchos consumidores para sus fábricas robotizadas. Por supuesto

que si la demanda sube, los precios también. Pero, si baja, se hunden en su propia eficiencia. Son un enorme dinosaurio que devora todo a su alrededor y crece de manera constante. ¡Abortos, no; consumidores, sí…! Esa es, hijosmíos, la Revolución Industrial de hoy.

—… y las grandes corporaciones se vienen abajo como un castillo de naipes.

—… y dejan un montón de damnificados.

—… para resurgir de inmediato bajo nuevas denominaciones.

—… el planeta limita al capitalismo, diosmío Estamos entre dos infinitos.

—… y ambos son apocalípticos.

—… y el cristianismo, detrás del poder, se opone a la planificación familiar.

—La familia cristiana es muy fácil de manipular. En ella no hay genitales. Un padre castrado que utiliza las palomas, una madre violada, un hijo impotente y ningún nieto. El matrimonio libre, el aborto libre o la adopción libre son acechanzas de Satanás.

—… dinos, diosmío… ¿Qué opinas del aborto?

—La preñez de la hembra obedece a una oscura conducta de supervivencia. La Naturaleza administra los úteros y decide los ciclos del celo y la cantidad de descendientes. La hembra humana no es una excepción. Su útero pertenece a la especie y cualquier espermatozoide lo pone en marcha. El cristianismo lo ha modificado. El útero le pertenece a Dios. La hembra humana, una simple receptora de esperma, no puede hacer nada. Nadie le pide su parecer. Las violaciones por sucedáneos divinos —por lo general, palomas— abundan en las mitologías. Una vez fecundada, ella es prisionera de la especie. El cristianismo consiente la violación. Ha puesto al hombre y a la mujer en eterno conflicto.

—… si Dios lo hace, ¿por qué no cualquiera?… Claro que sin paloma.

—En una civilización como la vuestra, hijosmíos, fecundar a una mujer sin su consentimiento, con o sin paloma, es una conducta salvaje propia de la Naturaleza. La mujer, a quien le ha sido negada la propiedad del útero, debe aceptarla… y dar a luz. El héroe máximo del cristianismo es el fruto de una violación. Eso sí, anunciada. Nadie esperó su respuesta.  

—… quizás ella quería un niña.

—… y así lo siguen enseñando en las escuelas.

—… la fantasía del hijo de dios es más antigua que el cristianismo.

—… como el hijo del demonio.

—… los dioses lo hacen... y los hombres también.

—… y el útero se pone en marcha, quiera o no quiera la hembra. La especie decide.

—El colapso poblacional vendrá, hijosmíos, cuando las crisis hayan arrancado todas las máscaras. Y solo quedará una sobredimensionada colonia de ratas.

—… y de las escuelas siguen egresando ignorantes ilustrados. El engaño persiste.

—… las religiones y los políticos sucumbirían si la población viviera más de 100 años.

—… ¿cómo engañarlos a esa edad?

—Estáis muy cerca de la inmortalidad, hijosmíos.

… ¿cómo es eso, diosmío?

—La tecnología es vuestro verdadero mesías. Os redimirá de la ignorancia. Vuestras ciencias han avanzado tanto sobre la Naturaleza, que ya no tiene sentido que sigáis en ella. Conocéis la conducta de la materia inerte y de la materia viva. Controláis las células madre. Podréis crear nueva vida y trasformar la existente. Envejecer y morir es una conducta de las células. Pronto modificaréis las más atávicas, y las células seguirán vuestras instrucciones.

—… eso suena muy fuerte, diosmío.

—Hay más. Modificando las conductas elementales estaréis fuera del ciclo de conservación de la energía; la que mueve el universo. Seréis una naturaleza propia, un universo en miniatura. Las células madre darán lugar a organismos libres de enfermedades. Viviréis hasta que se os antoje desaparecer. Controlaréis las conductas de las células: la vida y la muerte.

—… de momento, nosotros perdemos la vida antes de comprenderla.

—… porque nos llenan de basura publicitaria: consumir, votar y tributar.

—… el consumismo contamina la Tierra, nuestro hogar, solo para mantener un sistema económico que ya se muerde la cola e, inexorablemente, se engullirá a sí mismo.

—… y zampará a todas las ovejas… y a todos los lobos.

—… ¿la humanidad está prisionera en esta especie de civilización, diosmío?

—Estáis atrapados en un sustituto de civilización. Sufristeis el miedo, confiasteis en vuestros líderes y perdisteis la libertad. Vuestra existencia trascurre en un escenario. Creéis que eso es la vida. Unos ingresan a escena y otros salen. Aún no ha llegado el último acto.

—… hemos sido educados en la cultura del dinero y endeudados de por vida.

—El único dinero que tiene valor real es el fruto de vuestro trabajo, hijosmíos, lo demás no existe: son deudas ficticias que debéis pagar con dinero verdadero. Una leona crea riqueza. Hace el esfuerzo inicial de abatir una presa, y luego son muchos los que se nutren de ella.

—… ¿qué cosas tienen valor?

—Todas tienen precio, hijosmíos, pero muy pocas tienen valor. Muchos bienes son basura, incluso antes de haberlos utilizado.

—… y las armas se degradan más rápido que cualquier otra cosa.

—… ¿estamos en una encrucijada, diosmío? ¿Cuál será el próximo paso?

—Os estáis acercando a un límite desconocido. Las previsiones sobre la conducta humana no servirán de mucho. Ni las del capitalismo, ni las de la razón, ni las de la fuerza. Habéis ensangrentado la Tierra con vuestras guerras y la Naturaleza se ha encargado de reponer la vida. Ahora irá contra la especie humana. Las decisiones debéis tomarlas vosotros mismos.

—… nadie, ni el último, podrá decir… he vencido… o yo tenía razón.

—La victoria final, hijosmíos, es imposible. Tener razón no sirve de nada. El enemigo  siempre vuelve. Vuestras batallas son contiendas temporales que se repiten siglo a siglo. Hasta los dioses que habéis inventado están en constante conflagración. Nadie vence ni es vencido.

—… en un siglo eres el vencedor y en el otro, el vencido.

—… nuestra libertad de elegir es un mito que nunca existió. ¿Verdad, diosmío?

—Mientras os gobernéis por representantes nunca tendréis libertad de elegir. Sois ovejas educadas por lobos. Recordad que en la mesa del poder solo se sientan tres comensales.

—… no termino de entender eso, diosmío. ¿No es el terrorismo nuestro gran enemigo?

—El terrorismo, hijosmíos, es el que los crea. Es el pretexto que necesita La Matrix para sojuzgaros. Nadie sabe con exactitud de qué lado está o cuál es su bandera.

—… ahora se la toman con los islamistas.

—Son fáciles de convencer. Tienen fe. Creen servir a sus ideales, pero sirven a los ajenos.

—… ¿y cuando aparece algún independiente?

—Lo crucifican, le dan cicuta, lo queman o le disparan. Luego se apropian del mito. Edifican una iglesia, imprimen camisetas y explotan el merchandising...

—… el cristianismo inventó los malos pensamientos para embrutecernos.

—… mientras ellos sodomizan a nuestros hijos.

—… y quienes perdonamos de verdad somos nosotros. Genocidios, magnicidios, pestes, malformaciones, radiaciones nucleares, guerras y bombas a todas horas.

—… somos bestias que vivimos en medio del disimulo.

La Matrix pide perdón y agacha la cabeza. Parece compungida, pero está sonriendo.

—… y dice que nunca más volverá a suceder… hasta la próxima vez.

—… pero nadie puede hacer que el pasado no sea. ¿Tú puedes, diosmío?

—¿Yo…? Imposible.

—… ¿no eres omnipotente?

—No.

—… ¿y omnisciente?

—Tampoco.

—… pero sabes muchas cosas.

—Solo sé que no sé nada.

—… eso ya lo sabíamos.

—… si te perdonamos a ti, diosmío, será el perdón más trascendental de la historia.

—… ¡vale! ¡Hagámoslo de una vez por todas!

—… ¡te perdonamos, diosmío, por habernos creado a tu imagen y semejanza!

—Gracias, hijosmíos, me sentía agobiado por esto. Procuraré mejorar en el futuro.  

—… tú eres Dios. No tienes futuro… Nosotros sí.

—¡Idos de la Naturaleza antes de que suceda lo inevitable! La Vieja Naturaleza necesita la ignorancia de sus miembros. No puede funcionar con una especie inteligente en su seno.

 —… ¿cómo es eso? ¡Explícate, diosmío!

—La religión y la política no hacen más que imitar a la Naturaleza. La ignorancia es la clave del poder. No se admite la inteligencia; tan solo la obsecuencia. El terror manda. La letra con sangre entra y con sangre sale. Los incautos aprenden y mueren al mismo tiempo. La sapiencia individual se pierde en cada generación. Solo las experiencias milenarias de la especie forman la biblioteca de los instintos. Vosotros habéis desafiado sus leyes y alterado las de la muerte. Vuestra ciencia cobija a quienes deberían estar muertos. Protegéis a los inválidos y enfermos; cuidáis a los locos, malformados o con males degenerativos. Deberían estar muertos y no lo están. Os preocupáis por los individuos, pero a la Naturaleza le interesan las especies. Obráis con altruismo donde solo existe el salvajismo. ¡Idos de la Naturaleza…!

—… salvamos vidas, diosmío, aunque no sepamos para qué. Solo vivirán más tiempo.

—… metemos las narices en todos lados. No nos parecemos a nadie.

—… ni siquiera a ti, diosmío.

—… la inteligencia nos diferencia de todos.

—… incluso de ti, diosmío.

—Sabéis demasiados secretos de la Naturaleza.

—… eso es la ciencia, después de todo… Lo hemos hecho muy bien.

—… descubrimos la penicilina.

—… y América.

—… la fórmula de la energía.

—… y la ley de gravitación universal.

—… los secretos de la genética.

—… la fisión nuclear.

—… y las vitaminas.  

—… pero no pudimos atrapar a Jack el Destripador.

—… ya caerá en el Juicio Final.

—… entre tanta gente desnuda, escapará de nuevo e irá al Cielo.

—… necesitamos una Naturaleza propia, diosmío… cuanto antes.

—… ellos han sembrado el odio entre nosotros. Somos todos antagonistas.

—… el que no es católico es hereje, dice el obispo.

—… los católicos son herejes, dice el patriarca.

—… el que no es judío es hereje, dice el rabino.

—… los judíos son herejes, dice el imán.

—… el Gobierno nos agobia con impuestos, dice el pueblo. Hay que evadirlos.

—… el pueblo evade los impuestos, dice el Gobierno. Hay que aumentarlos.

—… pero si las religiones no sirven, ¿entonces solo los ateos son civilizados?

—No basta ser ateo, hijosmíos. Creer o no creer no es importante. Hay que dejar el hombre animal y acceder al hombre cultural. La guerra es una conducta de la Naturaleza. Debéis abandonarla. El hombre cultural transitará por el mismo camino. Será igual, pero distinto. La misma riqueza, pero más cercana; el mismo bienestar, pero sostenible; los mismos festivos, pero humanos. No hay que rendir culto ni humillarse ante nadie.

—… pero ¿qué es exactamente el hombre cultural?

—El que elabora su propio código de conducta.  

—… y de la Naturaleza solo adquiere algunas.

—…  aún somos salvajes. Cuando el barco se va a pique, salen a relucir las conductas elementales. Lo de mujeres y niños primero es la realidad. Son los que mueren primero.

—Os destruiréis entre vosotros antes de que la Tierra desaparezca del espacio.

—… ¿desaparecerá, diosmío?

—Es parte de un ciclo… De una interminable serie de ciclos… Yo también desapareceré.

—… ¿entonces tú eres parte de la Naturaleza, diosmío?

—Si lo fuera, no sería Dios. 

—… claro. A ti todo te resulta fácil.

—No lo creáis tanto. Yo no puedo escribir la historia, pero vosotros sí.

—… luego de tantos siglos en las tinieblas, ¿pretendes hacernos ver la luz, diosmío?

—Es que aún no habéis dejado las cavernas.

—… entonces no creímos que el sol nos daba la vida y preferimos inventar un dios.

—… los animales hostigan a la Tierra. Se alimentan de ella y consumen sus pastos, pero emigran y permiten su recuperación. Saben de energía renovable más que nosotros.

—… el hostigamiento humano es superior al de todos los animales.

—… ¿a dónde emigraremos nosotros? ¿A Marte?

—… estaría superpoblado antes de que llegara el último humano de la Tierra.

—… y para entonces, ya estaríamos en guerra por dividirnos Marte.

—Las especies de la Tierra, hijosmíos, se comunican mediante una red muy antigua: una Internet como la vuestra, pero química, paranormal. Lo religioso es el instinto de la conducta. No solo determina la de cada especie, sino también la de todas en conjunto: la conducta del sistema. La Naturaleza reúne los informes y saca conclusiones. Es lenta, pero no tonta. Sabe que hay una especie dañina… y no soporta la inteligencia. Aún no os ha identificado. Cuando lo haga, habrá una respuesta. No se andará con vueltas y no podréis evitarlo. Tardaréis miles de años en enviar señales de buen comportamiento como para regresar a vuestra civilización. Mientras tanto, volveréis a ser monos. Quizás seáis más felices que ahora… Pero yo no estaré allí para ayudaros.

—… ¡diosmío!, ¿prefieres que la Naturaleza no te vea en nuestra compañía?

—Aún no sabe que soy el responsable de vuestra existencia.

… ¿te avergüenza habernos creado, diosmío?

—Sí, pero os amo. Sois mi obra… aunque seáis quejosos y destructivos.

autodestruirse es una conducta de la Naturaleza, diosmío. Cerrar un ciclo y comenzar otro: la muerte y la vida. La conducta de la manada es la correcta. No debemos interferir.

—… y si nos gobiernan los depredadores es porque lo hemos permitido.

—… Tarzán, con su ridícula justicia humana, incordiaba a todo el mundo en la selva. 

en resumen, la Naturaleza nos identificará como hostiles y nos exterminará. Pero si salimos de ella, sabremos cuidarla y disfrutar de su belleza. ¿Es así, diosmío?

—Tú lo has dicho. Os habéis aterrorizado con la imagen apocalíptica del fin del mundo. Pero no es así. No vendrá el fin del mundo, sino el fin de vosotros… ¿Os creéis imprescindibles?

… ¡qué fuerte suena eso, diosmío!

—… la codicia es una conducta de la Naturaleza. Robar y matar también.

y el egoísmo.

y la lujuria ¿Qué me dicen de la lujuria?

—… pertenece a la Naturaleza… ¡El hombre la ha perfeccionado!

—… ¿y la avaricia…?

esa es humana. Una imitación.

debemos abandonar esas conductas, diosmío… Sería la última revolución.

—Os echaré una mano. Me aburro en un universo donde todo da vueltas. Debéis aprender a manejaros sin dioses ni líderes, sin cruces ni banderas. Las novelas y películas de invasiones extraterrestres siempre tratan de un planeta, una civilización entera, un mundo nuevo. No hay naciones ni banderas en otros planetas. ¿Creéis que de haber extraterrestres en algún lado, estarían divididos como vosotros…?

tienes razón, diosmío.

—¡Cread al hombre cultural! Tendrá una conducta social y no hará falta el enemigo. Habéis apostado a interminables contiendas entre el Bien y el Mal, y no sacasteis nada en limpio. Tampoco hay que hacerlo a lo Robin Hood. Dejad que los ricos sean ricos…, pero no a costillas de los pobres. Hay ricos demasiado ricos y pobres demasiado pobres. Actuad en esos extremos. En la Naturaleza no hay ni unos ni otros. Son muchos los que se nutren de la misma presa. La riqueza se distribuye con equidad. Hay codicia, pero no avaricia. ¡Adoptad esa conducta!

eso no es nada fácil, diosmío.

—No es necesario luchar. El hombre cultural no está en conflicto.

—… eso hizo el cristianismo: bautizar a los poderosos.  

—… y todo siguió igual.

—… y los dioses de antes siguen vigentes junto al hombre.

—… el del cristianismo, en cambio, es inaccesible.

—… e intratable, inclemente, intransigente e impotente. Así, con versito.

—… las conductas culturales regirán la vida en la Tierra y no habrá ignorancia.

—… ni falta que hará el engaño.

—… el objetivo no sería el dinero, sino el bienestar.

—… el mismo dinero, pero con otro valor…

—… sin consumismo obsesivo ni representantes políticos.

—… y tendremos democracia directa. Con Internet es posible.

—… y no habrá información privilegiada.

—… todos sabremos lo mismo y el país será un enorme parlamento.

—… ni quiero pensar cuánto ahorraríamos sin políticos inservibles.

—… ¿ahorrar? Prácticamente, no habría impuestos, o serían ínfimos.

—… ¿y qué pasará con nuestras fiestas populares?

—No hay que cambiar nada, hijosmíos. Los festivos son humanos y no religiosos. No hace falta el cristianismo para festejar Navidad o Reyes. Basta con el espíritu del hombre.

—… muy bonito, diosmío, pero todo eso es a futuro. ¿Qué hacemos ahora?

—Solo necesitáis motivar a las masas, como si jugara vuestro equipo favorito; una conducta cultural fuera del instinto de lo religioso. La educación que debéis incorporar es la convivencia. El poder real está en quienes obedecen y no en quienes mandan. La Matrix lo sabe y busca el respaldo de las masas. Vuestra democracia es tan inestable que los políticos necesitan multitudinarias manifestaciones de apoyo. La democracia directa no requiere muletas.

—… ¿pero, entonces, diosmío, somos un rebaño al que llevan de aquí para allá?

—Desde la soledad del espacio, hijosmíos, se ve la Tierra poblada de humanos agrupados en corrales. Son llevados de uno a otro hasta llegar al del sacrificio.

—… ¿y La Matrix pretende que confiemos en los lobos?

—Mientras seáis animales de la Naturaleza, hijosmíos, obraréis en manada detrás del líder. La evangelización es el principio de la formación de una manada… El hombre animal envilece todo. El hombre cultural no participará de la contienda por sobrevivir.

—… y ellos nos tratan como si lo que nos enseñaron en la escuela fuese cierto.

—… y la democracia fuera tal como dijeron que era.

—… y la justicia tuviera los ojos vendados… como la famosa Dama de la Justicia.

—… pero ser honesto hoy en día es lo mismo que ser tonto.

—… y si no te acomodas en política, en finanzas o narcotráfico eres un pobre infeliz.

—… y si robas a uno, vas a la cárcel.

—… pero si robas a miles, sales en la televisión y te pagan por tus memorias.

… y si pones una bomba, eres terrorista.

—… pero si arrojas un artefacto nuclear y destruyes ciudades enteras, eres un héroe.

—… triunfar en la sociedad actual solo es posible contraviniendo las leyes.

—… no te dejan otra opción que trasgredir.

—… criticamos al depredador, pero en nuestro fuero íntimo deseamos imitarlo.

—Lo que hicisteis, hijosmíos, bien hecho está. A trancas y barrancas, construisteis una civilización. Lo que estuvo mal fue haberos creado a mi imagen y semejanza. Os pido perdón.

—… ¿otra vez?

—Os amo, hijosmíos, y asumo mi responsabilidad.

—… ¿no basta con una idea?

—La idea sin la conducta vaga por el espacio. No logra el ser; es energía. Junto con la conducta, constituye la existencia, el universo, la materia y la vida. Nada existe sin conducta. Todo se mueve, gira, respira, choca, da vueltas, muere… y, ¡venga!, a empezar de nuevo.

—… entonces, la vida es una porción de materia que tiene una conducta elemental propia.

—Alimentarse y reproducirse, hijosmíos. Conservar la energía… ¿No es suficiente?

—… ¿cómo aprendieron, diosmío 

—La imperturbabilidad de la Nada sin tiempo ni existencia es angustia, y la angustia explota. La energía dio origen al tiempo, al universo y a la existencia. Comenzaron las conductas y nada permaneció inmóvil. En esa incesante agitación de partículas, algunas percibieron el misterioso juego y participaron del ser y la nada. Comenzaron a alimentarse, a reproducirse y siguieron jugando. Así arrancó el evento interminable y comenzó el ciclo. Las conductas elementales, simples y rudimentarias, dieron origen a la vida, y se hicieron cada vez más complejas. Son inseparables. Sin conducta, no hay vida… ni universo. Lo religioso está presente en la materia y en todo organismo vivo. Es el instinto de la conducta. Ya os lo dije. No podéis prescindir de lo religioso, pero sí, modificarlo. Convertir lo salvaje en cultural.

—… entonces las abejas deben hacer miel y no otra cosa, diosmío… ¿Eso es lo religioso?

—Tú lo has dicho. La conducta de una especie es el instinto religioso que une a sus individuos. Los identifica bajo una misma conducta y los diferencia de otras. Es la esclavitud de la Naturaleza. Vosotros llamáis el Mal a codiciar, rapiñar, matar, robar, avasallar…, pero la Naturaleza lo necesita. Es parte de su equilibrio. Esas conductas, a pesar de ser cuestionadas por las leyes y la moral humana, son también utilizadas por el hombre animal. Pero si una las precisa para conservar el equilibrio, el otro las emplea para destruirlo. Vosotros lo hacéis todo bajo la bandera de una moral que no sabéis con certeza para qué os puede servir.

—… ¿cuántos enemigos reales tenemos los humanos, diosmío?

—Ninguno. Son gestados por la ignorancia en qué estáis inmersos.

—… y tú, diosmío, ¿quieres que te rindamos culto?, ¿qué te edifiquemos un templo?

—No dejaré de ser Dios por vosotros. Me repugna vuestra costumbre de adorar dioses. ¿Podréis ser capaces de crear un dios sin humillaros?

—… alguien ha separado las conductas. Llamó a unas el Bien y a otras el Mal.

—Desde ese punto debéis comenzar vuestra nueva historia, hijosmíos.

—… y las religiones reglamentan las conductas… y los alimentos.

—Los pecadores son tan necesarios al poder religioso como los infractores, al político.

—… ¿cómo lucharemos, diosmío…? No somos beligerantes. 

—… las guerras las hacen los dirigentes… para que mueran los hijos de otros.

—Porque son títeres, hijosmíos. El poder que os gobierna está oculto. Os prestan dinero y os inducen al consumo para endeudaros de por vida. Es la moderna esclavitud.

—… y la policía se encarga de los quejosos.

—… la policía no te defiende a ti. Defiende a la clase dominante.

—… como el Ángel de la Guarda.

—… y tú… ¿en realidad eres el Dios del universo, diosmío?

—Ya os lo dije.

—… ¿y los otros?, ¿los que nos mostraron durante siglos?

—Impostores, becerros de oro. No existen. Necesitan ser enseñados.

—… ¿y recién ahora nos los dices, diosmío?

—Como sois inteligentes, creí que os darías cuenta del engaño, pero los siglos han pasado y seguís creyendo en las mismas bobadas.

—… ¿y quién es el papa de Roma?

—Un usurpador de legítimas emociones.

—… ¿y el gran rabino, el gran patriarca de Constantinopla, el arzobispo de Canterbury?

—Usurpadores de la credulidad de la gente.

—… el papa de Roma querrá interrogarte, diosmío, cuando sepa que estás en la Tierra.

—Ya lo sabe. Pero no quiere interrogarme. Quiere matarme.

—… ya mataron a tu hijo, y lo utilizaron como símbolo.

—… que después de todo, ha sido un costo muy bajo comparado con sus beneficios.

—… ¿qué beneficios trajo la muerte en la cruz?

—… mantener la ignorancia de la gente durante cientos de años ¿Te parece poco?

—¡Un momento! Yo no tengo hijos. Soy soltero, misógino, estéril, impotente y…

—… ¿y qué más, diosmío?

—No os interesa…

—… ¿aceptarás que el papa te interrogue, diosmío?

—Antes tendrá que rendirme cuentas de las guerras que han hecho en mi nombre, de los niños que enviaron a las Cruzadas; de la grasa acumulada en sus panzas mientras las ovejas se morían de hambre; de la falsa moral y de la falsa caridad; de tirar la piedra y esconder la mano; de haber entregado a Juana de Arco; de instigar el odio entre unos y otros; de denigrar el útero; de la manzana rancia; de Galileo Galilei; de su amistad con los dictadores…

—… entonces, diosmío ¿Debemos comenzar de nuevo?

—Ya os lo dije. Desde el punto en que separasteis el Bien del Mal.

—… nadie se acuerda de eso.

—Yo sí… Vine a mostraros el camino. Está delante de vosotros.

—… no hay más caminos, diosmío. Ya hemos hecho todas las revoluciones.

—Os falta una. La Revolución del Hombre. Ningún sistema político, social o económico funcionará mientras seáis animales de la Naturaleza. Lo que en su momento ha sido útil para vuestra evolución, se ha convertido en una estructura mafiosa. No hay diferencia entre una organización política o religiosa y una mafiosa. Otorgan protección ficticia a cambio de sumisión real. No debéis cambiar sistemas, uno tras otro. Debéis cambiar al hombre.

—… ¿cambiar al hombre, diosmío...? Eso es imposible. Ni Dios puede hacerlo.

—Dios no, pero vosotros sí. Os han inculcado que sois incapaces y debéis seguir a vuestros líderes como los judíos en el desierto.

—… ¿y tú, diosmío?

—Yo soy una circunstancia de la energía tanto como vosotros. No reclamo culto o devoción. Os han comido el cerebro para que os sintáis inferiores, ignorantes y despreciables. No es tan importante que Dios sea superior, sino que vosotros os sintáis inferiores y obsecuentes.

—… dejad que los niños vengan a nosotros… que ya nos ocuparemos de aterrorizarlos.

—… ¿y tú, diosmío?

—¿Yo? Más bien preferiría tomarme una cerveza con vosotros.

—… y mirar el culo de las hermosas mujeres que has creado.

—… ¡hombres groseros! Si queréis dejar de ser animales, empezad cuanto antes.—… y nosotras también.

—… ¿qué me dices del sexo, diosmío?

—En la Naturaleza, es la conducta de la reproducción. En el hombre cultural, es un sexto sentido, un arte, una vía al placer, al poder y a la sumisión, al abandono y al amor.

—… eso está muy bueno, diosmío, el sexo es arte, música, plástica, belleza.

—… nuestros cuerpos son el lienzo.

—… ¡y cuánto más lo será cuando dejemos de ser animales!

—… ¿cómo abandonaremos la Naturaleza, diosmío?

—Igual que como habéis caído en la ignorancia: con la educación.

—… y a seguir al líder… con la campanita a todos lados.

—… seguir al líder es una conducta de la Naturaleza.

—Estáis en la era de la ridiculez, hijosmíos. Todo se ha envilecido. La codicia y la despersonalización del individuo han destruido los valores en los que asentabais la civilización. Quienes más esfuerzo deberían poner en respetar las leyes son los primeros en transgredirlas bajo la impunidad del poder. Los intereses de la elite financiera gobiernan el mundo, hacen guerras, matan gente, destruyen países, generan pobreza… y todo por conservar un poder que solo los provee de lujos y reverencias. Nadie defeca oro. Ante la muerte y el inodoro somos todos iguales.

—… ellos nos esquilan, diosmío. Los bancos, con sus comisiones; los gobiernos, con sus impuestos y las empresas, con sus engaños publicitarios. Dejar todos los días el calor del hogar para sumergirse en la jungla de la civilización requiere de mucho valor… o de una resignada sumisión. Y no contamos con la justicia de Tarzán…, de Superman o de Batman. Ellos se han vendido al capitalismo. Luchar por el Bien y la justicia es también un negocio. La demanda del Bien será siempre proporcional a la oferta del Mal. O viceversa. Ambas, inagotables.

—… nuestras revoluciones empiezan con mucho brío. Un nuevo grupo se yergue en el poder. La Matrix parece vencida, pero actúa en las sombras. Comienza a repartir dinero. Al poco tiempo, todo se envilece y termina en lo opuesto de lo que quiso ser.

—… en un capitalismo salvaje y caníbal que favorece a una generación.

—… y endeuda a la siguiente.

—El capitalismo es el mismo sistema de la Naturaleza. Ya os lo dije. No sois una excepción. El más fuerte come y copula primero. Los demás tienen miedo.

—… con bancos, multinacionales, policías y todo eso.

—… ¿y cómo cambiamos al hombre, diosmío?

—… ¡buena pregunta! A ti no te importa el camino porque eres Dios, pero nosotros precisamos una verdad, un líder, algo creíble, una estrella a la que aferrarnos… un Dios.

—Tenéis miedo y os negáis a ver la realidad que os circunda. Preferís el engaño.

—… ante la muerte, somos el animal que más sufre. Nuestra angustia no tiene parangón.

—… ¿cómo es la muerte, diosmío? Tú debes saber estas cosas.

—Es la circunstancia perfecta de la energía, hijosmíos, la única que os permite sobrevivir.

—… ¿tú la creaste?

—Es demasiado perfecta. Yo era un niño en ese entonces. Hice un caldo que comenzó a fermentar. La Naturaleza me reprendió. Lo hizo con dulzura, no exenta de severidad, como una madre. Se quedó observando el fermento. Luego de un instante de reflexión, le agregó algo de su exclusiva invención: la muerte. Miles de años más tarde comprendí su sabiduría. Creando la muerte, la Naturaleza le dio a la existencia el espaldarazo definitivo.

—… entonces la cosa explotó, comenzaron las conductas… y la existencia.

—Sin la certeza de la muerte, eso nunca hubiera sido posible.

—La Tierra es una orquesta sinfónica en el espacio, diosmío. Cada partícula de materia es una nota de la partitura. Una engendra a otra, y todas forman un gran equilibrio armónico.

—Muy bonito ejemplo. ¿Quién eres tú?

¡Diosmío!, ¡soy tu secretaria!

—Desde todos los puntos del universo, hijosmíos, se escuchan las melodías de la Tierra.

—… ¿solo la Tierra hace música?

—Otros lo pretenden, pero ni sombra de armonía. Chocan, explotan y se disgregan. Un barullo tremendo. Música, lo que se dice música de verdad, solamente en la Tierra.

—… ¿y nosotros, ¿qué? Somos la mierda en el proceso energético. 

—… ¿qué esperabais?

—Si abandonáis la Naturaleza, aceptaréis la muerte. Solo así veréis la realidad. Siendo animales, sois parte del ciclo, y en vuestras manos, toda civilización se envilece. Os domina la codicia. Siglo a siglo, habéis evolucionado… unos bajo el poder de otros. Os sirvió para enseñorearos de la Tierra, pero os habéis vuelto caníbales.

—… ¿solo por la codicia debemos abandonar la Naturaleza, diosmío…?

—Sois inteligentes, ¿verdad? Para convertiros en hombres culturales debéis conservar algunas conductas de la vieja Naturaleza, desechar otras y diseñar las vuestras, las culturales.

—… eso es muy difícil, diosmío.

—Nada cambiará de forma brusca. Todo será igual, pero auténtico. La misma gente, sin enemigos; el mismo dinero, sin codicia; los mismos bienes, sin consumismo; la misma justicia, sin corrupción. Lo que aprenderéis en la escuela lo veréis en la vida.

—… ¿y crees que eso terminará con las desigualdades sociales?

—… ¡muy buena pregunta! ¡Ahora te quiero ver, diosmío!

—Las desigualdades sociales las veis también en la Naturaleza. Unos están a salvo en el centro de la manada y otros en la periferia, expuestos a los depredadores.

—… en las colonias de abejas, todo gira alrededor de la reina. El resto trabaja día y noche.

—… a cambio de alimento. Sin sueldo ni leyes sociales… una auténtica esclavitud.

—La Naturaleza no es precisamente un sistema civilizado. Una abeja no interesa. Un individuo, tampoco. No hay pobreza porque no hay caridad. Quien no se espabila, muere.

—… nosotros hacemos caridad y cada vez hay más pobreza.

—En vuestro sistema capitalista, los pobres son imprescindibles, hijosmíos. Ponen en marcha la economía del mundo. Pueden vivir sin producir, pero no sin consumir. Si no hubiera pobres, tampoco habría ricos. La caridad es la forma más repugnante de explotar al ser humano. El dinero que los alimenta no sale de La Matrix, sino de la gente. Ellos lo desgravan de sus impuestos y cosechan los beneficios.

—… ¡bienvenidos sean los pobres!

—La otra conducta fundamental de la economía, hijosmíos, es el engaño. La más importante de la Naturaleza. Nadie puede alimentarse de otro sin engañarlo.

—… y el humano, como es caníbal, engaña a sus semejantes. Una práctica generalizada.

—… y los países se engañan entre sí. Hay cláusulas engañosas en los contratos.

—Habéis dado muchas limosnas y fundado miles de escuelas, pero no lograsteis, en miles de años, erradicar la pobreza y la ignorancia. Para un ser racional, esta es peor que el hambre.

—… y el mundo se llena de basura.

—… cada vez que voy al súper, traigo un montón de basura incluida en la cuenta.

—… en cuanto llegas a casa y desempacas, comienzas a desechar envases inservibles.

—… y si se los regresáramos, serían capaces de volver a usarlos.

—… y pretenden que reciclemos gratis. ¡Qué reciclen los que crean la basura!

—… antes nos aprovisionábamos en las tiendas del barrio. Usaban papel blanco… y a veces de periódico. Los envases eran de vidrio y retornables. La poca basura que había era auténtica y no envases fabricados específicamente para ser eliminados.

—… pero vino la tecnología, comenzó la carrera y los envases se hicieron desechables.

—… ¿para qué? Para beneficio de unos pocos. Argumentaron que bajarían los precios.

—… los precios nunca bajan. A veces, lo aparentan, pero resurgen con más fuerza.

—… y los grandes supermercados crearon la basura y subieron los precios…

—… y nos timan con la grasa oculta, publicidad engañosa y falsos descuentos. En los pasillos de los súper hay más trampas que en la jungla… y Tarzán está con ellos. Ponen luces para que la carne parezca más rosada y la verdura más verde; olores falsos y colores engañosos. Cambian todo de lugar para obligarnos a recorrer pasillos…

—… y les han quitado el ingreso a muchos comerciantes pequeños.

—… y la codicia es la principal causa de desempleo.

—No existe el desempleo, hijosmíos, sino una sustitución del trabajo. ¿Para qué pagar un sueldo si podéis quedaros con él? Así, desvían los ingresos de muchos a las arcas de pocos.

—… y han creado el antagonismo entre patrones y obreros. 

—… todas las relaciones sociales son antagónicas.

—… hasta las matrimoniales.

—La economía de mediados del siglo XX sería la mejor opción, hijosmíos, pero la codicia humana es muy poderosa. Las corporaciones, cada vez más grandes, quitan y ponen gobiernos. Y no porque cualquier época pasada fue mejor, sino porque vosotros sois peores. Os degradáis en el tiempo hasta que una nueva revolución se hace imprescindible…

—… no se envilecen las instituciones ni las leyes… sino el hombre.

—… y el poder que hubo después de Jesucristo fue el mismo que había antes. Otros dioses y costumbres, pero la misma explotación. La Matrix resurge renovada tras las revoluciones.

—Cualquiera que sea la revolución de moda, hijosmíos, se llame cristiana, comunista o socialista, termina, luego de un ciclo de evolución, en un capitalismo cada vez más salvaje.

—… porque como tú dices, diosmío, es la imitación de la Naturaleza.

—… y la economía humana debe crecer y crecer sin detenerse.

—… aun a costa de generar toneladas de basura y de prostituir la Tierra.

—… y nos prestan nuestro propio dinero… que devolvemos dos veces.

—Desaparecido el patrón oro a instancias de La Matrix, el valor del dinero, hijosmíos, está sujeto a las apetencias de la elite financiera. Las monedas fuertes de hoy pueden ser canibalizadas mañana. Son una hoja en la tormenta. Si la economía fuera estable, precios y sueldos estarían en equilibrio. Pero no es así. Unos suben y otros bajan. En esos movimientos artificiales de la economía es que los menos se enriquecen, en desmedro de los más. En cambio, la riqueza que se crea en la Naturaleza —una presa— se distribuye entre todos los que tienen acceso a ella. El sistema es estable y bastante equitativo. Si por alguna catástrofe o una intervención humana deja de ser estable, entonces una especie desaparece. Los bancos os endeudan con un dinero que no existe; lo han inventado. Entonces, una crisis financiera —introducida por ellos mismos— resuelve sus desequilibrios… Una vez más, las esquiladas ovejas terminan pagándolo todo.

—… ¿y las conquistas sociales, diosmío?

—Mientras circule el dinero, La Matrix está tranquila. El flujo de dinero, real o ficticio,  

blanco o negro, noble o ruin… sale de los bancos, engorda… y a los bancos retorna.

—… uno trabaja y los bancos reciben la paga.

—… y cobran sus créditos antes de que veas un céntimo de tu esfuerzo.

—… la nueva esclavitud es financiera y adictiva: endeudarse de por vida.

—… quienes pagaban con vales, los canjeaban luego por alimentos a precio de oro.

—… los vales de antaño han sido sustituidos por las tarjetas de ahora.

—La esclavitud, hijosmíos, es también una conducta de la Naturaleza. En una colmena, hace falta la esclavitud. Todas hacen miel. ¿Libertad? ¡Ni hablar!

—… nuestra esclavitud es menos opresiva. Podemos ver televisión.

—… ¿y las hormigas? Ni festivos ni leyes sociales tienen las pobres.

—… en tanto seamos animales, diosmío, habrá esclavitud y canibalismo.

—… y la Naturaleza sacrificará a la especie más dañina.

—… no nos aterra tanto la muerte como desaparecer de la faz de la Tierra, diosmío.

—Los pueblos son adormecidos con fiestas, fútbol y drogas. Lucháis por un mundo mejor, pero nunca lo conseguís. La falsa educación en que estáis atrapados paraliza la inteligencia.

—… luchamos contra la pobreza, las drogas, la prostitución… Y todo sigue igual.

—… es que luchamos contra nosotros mismos.

—Las leyes son eficientes, pero quienes detentan el poder pueden transgredirlas con impunidad. Los delincuentes pobres van a la cárcel y los cobijados por el poder político navegan en sus yates rumbo a paraísos fiscales a la espera del indulto gubernamental. Antes, metralleta en mano, había delincuentes de verdad. Hoy visten elegantes togas obispales y van a misa de once.

—… y tú, diosmío… ¿a qué has venido exactamente?

—A poneros sobre aviso. Para que os salgáis de la Naturaleza.

—… hace años hubo otro que también vino a salvarnos. Aunque nunca supimos de qué.

—… ¿qué tenemos los humanos que los dioses quieren salvarnos?

—… ese era un idealista. Fue útil a La Matrix, como tantos otros que murieron por nada.

—… pero los otros murieron de veras, mientras que este fue resucitado.  

—… dicen que murió por nosotros, pero resucitó y se mandó a mudar.

—… y La Matrix nos echó la culpa… y fuimos ignorantes muchos siglos más.

—… ¡claro! los infieles, herejes y terroristas son los otros.

—El enemigo no equilibra las conductas, hijosmíos, pero las deja inconclusas. Siempre hay uno. En las familias, en las empresas, en los países y en las religiones. Sois el resultado de una educación que genera hostilidad. La convivencia por sumisión impera en la manada. Los Gobiernos lidian con sus gobernados y los empresarios con sus empleados. Habéis construido una civilización de antagonistas. Intentasteis alejaros de la manada, pero seguís en ella. Algunas sociedades son más restrictivas que otras, pero todas funcionan con castigos, multas o reprimendas. Sois, al fin y al cabo, una manada ilustrada.

—… hasta los dioses tienen enemigos. Tenebrosos demonios… feos como demonios.

—Los dioses de los humanos necesitan los demonios de los humanos.

—… ¿nos dirás ahora que nos amemos los unos a los otros, diosmío?

—Si dejáis la Naturaleza y el cristianismo, podréis amaros los unos a los otros.

—… los pueblos se aman, pero los gobiernos encuentran una contienda.

—¿Creéis aún que los de un bando son buenos y los del otro son malos?

—… ¿cómo conoceremos la verdad, diosmío?

—… los medios de comunicación dicen lo que La Matrix les dicta.

La Matrix y la ignorancia, hijosmíos, se unen para sojuzgaros.

—… si abandonamos la Naturaleza… ¿ya no habrá beligerancia?

—Es la principal ganancia del hombre cultural.

—… sería como desprendernos de una buena parte de la historia… o de toda.

—… ¿cómo sabremos el camino correcto?

—… si tú haces de Moisés, diosmío, nosotros haremos de judíos.

—… ¿otra vez con lo mismo? Si no precisamos de líderes, tampoco de dioses.

—… mientras La Matrix nos embrutezca, nunca accederemos a una verdad confiable.

—De momento no tenéis forma de saber la verdad, salvo que la creéis vosotros mismos. 

Pero si os convencéis de que La Matrix os engaña, sabréis la mitad, y el resto estará más cerca.

—… ¿cómo podemos localizar a La Matrix…?

—Seguid el flujo del dinero. Encontrareis la realidad agazapada tras las apariencias.

—… es siempre la misma. La elite financiera, la banca internacional, las corporaciones económicas, los medios de comunicación, los grandes grupos religiosos… y el terrorismo.

—… y donde nos señalan un enemigo es que allí están ellos, ¿verdad, diosmío?

—Correcto... El juego de la historia humana —porque de un juego se trata— no es más que un desequilibrio de los grupos de poder. Tras la fachada de fundaciones o instituciones de estudios se ocultan las mafias. Ejercen un gobierno en las sombras. No importan los partidos políticos. Los controlan todos. No vacilan en matar ni a sus propios compatriotas. Tienen su razón de ser en la oscura conducta del hombre animal, sujeto a la codicia y al avasallamiento.

—… entonces, más que gobernados, somos explotados. He aquí al enemigo.

—Mientras La Matrix siga ejerciendo el poder en las sombras, muchas personas se verán damnificadas por atentados terroristas… allí donde haya riquezas que expoliar.

—… y nuestros líderes políticos son viles mercenarios… o ingenuos idiotas.

—… lo vergonzoso de los políticos, diosmío, no es tanto la corrupción como la ineptidud. Si crearan riqueza, bien podrían quedarse con una parte.

—… pero se llevan la que creamos con nuestro esfuerzo.

—… y nos hablan como si los idiotas fuéramos nosotros.

—… ¿podemos afirmar que lo que llamamos civilización ha fracasado, diosmío…?

—Totalmente, hijosmíos. Habéis creado la civilización del dinero. El culto a la riqueza. En la Naturaleza no hay pobreza ni leyes sociales. Solo vida y muerte. Vuestra civilización, en cambio, es una cadena de rapiñas. Vosotros mismos fomentáis las desigualdades sociales…

—… una pregunta, diosmío: ¿tú eres superior o nosotros somos inferiores?

—¿Superior o inferior a qué? Seáis lo que seáis, no aporta ni quita nada a vuestro destino.

—… otra pregunta, diosmío: ¿tú juegas a los dados?

—¿Qué cosa creéis que es la Creación sino una tirada de dados...? 

—… entonces Einstein estaba equivocado.

—No. El mundo de Einstein es de este lado del infinito... Las ciencias tienen sentido. Las matemáticas funcionan y resuelven las ecuaciones de la materia. Más allá, nada es igual a otra cosa ni el todo es la suma de las partes ni la suma de las partes indica algo. En el infinito, la incertidumbre es el todo y las partes: una timba.

—… y la radiación que emiten los cuerpos celestes es la energía de la materia.

—… las células degradan la materia viva y la radiación, la inerte.

—… y el universo no se contraerá. La materia volverá a ser energía.

—… y vuelta a empezar.

—… entonces, también nosotros somos una circunstancia de la energía, como tú, diosmío.

—… y como todas las criaturas vivas.

—… y todo el universo.

—Claro que sí.


 

5 Descanso


Atentamente, la humanidad escuchaba la palabra de Dios. Nadie quería perderse ni una coma. Una avidez por inaugurar nuevas conductas sociales invadía los corazones humanos. Ya no se trataba de poderosas naciones, sino del hogar de la especie humana: la Tierra. La gente despertaba de siglos de letargo para amarse los unos a los otros y asumir su responsabilidad con el planeta. Una responsabilidad que, si bien descansaba en los representantes del pueblo, estos  trastocaron para su beneficio sin importarles lo que habitualmente se conoce como el pueblo.

Fueron dos días de dialogo ininterrumpido con Dios. La gente iba con los ordenadores a la cocina mientras calentaban un resto de comida. No lo dejaban ni para ir al lavabo. Nada mejor que recibir la palabra de Dios mientras se cumple con el organismo por él creado. 

En las grandes empresas —y en las sociedades de La Matrix—, los directores, jefes y empleados estaban pendientes de sus ordenadores, tabletas o móviles.

Pero aún eran animales y estaban todos agotados. Tímidamente al principio y con mayor énfasis después, comenzaron a sugerir la necesidad de un descanso. Dios, irreflexivamente, como era característico en él, se opuso de entrada. Decía que había alcanzado la temperatura óptima de funcionamiento y estaba en vena. Si se enfriaba, las cosas se le irían de la cabeza.

—¿Qué hago yo mientras vosotros descansáis?

—… ¡pues hombre!..., digo Dios. Haz lo de siempre, quédate en todas partes.

Lo convencieron con razonamientos más humanos que divinos.

—… si queremos crear una conducta social no religiosa, debemos escucharte todos a la vez. Si alguno se pierde algo, podría inventar un nuevo dios… y habría que empezar de nuevo. 

—… y aunque grabemos tus palabras, algunos te escucharán en directo, y otros, de forma diferida. Quienes no se pierdan el presente, se perderán el pasado.

—… y todos nos perdemos el futuro.

—… jamás seremos hombres culturales si tus palabras no nos llegan a todos a la vez.

—… ya tenemos partes de dioses. Necesitamos un todo absoluto.

—Me habéis convencido, hijosmíos, descansad un día.

La especie humana, a esta altura del discurso divino, estaba convencida de la existencia de un gobierno mundial paralelo, despiadado, oculto, codicioso y avasallante. Creyeron, durante siglos, estar protegidos por sus líderes, cuando, en realidad, fueron utilizados como ganado.

Los Gobiernos estaban preocupados. Las cosas no estaban como para dejarlas crecer. Se convocaban reuniones urgentes a cada rato. Las palabras de Dios eran analizadas por expertos en asuntos divinos, una profesión recién surgida. No obstante, la situación fue aprovechada por La Matrix para subir el precio del petróleo, del cobre, del oro, del uranio y de otras materias primas. Los medios de comunicación —sus habituales sicarios— alertaron a la población mundial de la inminencia de una nueva crisis: ¡La crisis de Dios!

—¿Y si resulta que se trata realmente de Dios? —decían los Gobiernos.

—¡Hombre…! Lo mataremos.

Dios era el enemigo. ¿De dónde vinieron las más despiadadas instrucciones para combatirlo? Obviamente, de las oficinas de la Iglesia Católica Apostólica Romana.

—Debéis actuar de inmediato. Es un hereje. Predica el advenimiento del reino de Dios. ¡Inadmisible! ¡Hay que liquidarlo! Muerto nos será muy útil. Le haremos un lugar junto al resto.

—¿Por qué no contratáis a Satanás para que lo haga? ¿Quién mejor que él…? —propuso el más desalmado agente del Vaticano.

No lo expulsaron por eso —después de todo, no era una mala idea—, sino por estúpido, por seguir creyendo en bobadas.


 

6 El Hombre cultural 


—… y bien, diosmío… ¿Cómo salimos de la Naturaleza? ¿Qué haremos una vez fuera? Aún somos animales. ¿Cómo haremos para convertirnos en hombres culturales…?

—Lleváis muchos siglos acurrucados en el nido. Es tiempo de volar por vosotros mismos.

—… ¡ayúdanos por última vez, diosmío…!

—Debéis comenzar en el mismo sitio donde perdisteis la libertad: en la escuela. Dejad de ser ignorantes ilustrados. En la falsa educación se inicia vuestra esclavitud.

—… la realidad no se enseña en las aulas. Se aprende en los recreos.

— Cuando entráis a la escuela debéis manifestar vuestra sumisión para que se os permita el ingreso a la manada y ya no saldréis de ella.

—… y seremos ciegos para votar, sumisos para tributar… y consumidores de basura.

—Aprenderéis a aceptar la humillación necesaria. Debéis humillaros desde niños. Ante la maestra, el profesor, el cura o los padres. Pedir perdón será una costumbre… Más adelante os humillaréis ante el jefe, la policía, el cura, el juez, el banco y, por supuesto, ante vuestro Dios. Miles de veces repetiréis las señales de sumisión. Tendréis así una vejez honrosa… y podréis exigir a los jóvenes la consabida humillación ante un anciano decrépito.

—… nos aterra ser independientes, diosmío. Preferimos el miedo.

—Cread al hombre cultural. Dejad de ser ganado. Pasad de la falsa protección. Es todo lo contrario. Los sicarios os engañan para sojuzgaros. 

—… y el papa también.

—… y la industrialización de los instintos genera el capitalismo que nos destruye.

—Debéis remplazar las conductas animales por conductas culturales. Elegidlas vosotros mismos. Ya no podréis continuar como una especie de la Naturaleza. Debéis crear la especie humana. Lo haréis inevitablemente. Dejad de hacer inútiles revoluciones. El sol es quien os da la vida. Ningún dios lo hace. El dinero lo creáis vosotros… y los bancos lo manipulan.

—… todos los días salgo de casa a la defensiva. Hay trampas y señuelos por todas partes…

—… nos acechan los gobiernos, los ayuntamientos, las empresas, los curas...

—… somos la presa. Nos rastrean y cazan como si fuéramos animales.

—Aventurarse fuera de las cavernas, hijosmíos, era exponerse a ser devorado. El hombre podía alimentarse de los animales, pero nunca ellos de él... La reacción del humano ante un animal es incordiarlo, ridiculizarlo, matarlo o devorarlo. Mal que os pese, los animales salvajes subsistirán en zoológicos. Vosotros terminaréis exterminándolos a todos… y solo por dinero.

—… pero no debemos desdeñar la totalidad de las conductas de la Naturaleza, diosmío.

—El sistema de la Naturaleza, aunque salvaje, débil e inestable, es lo más cercano a la perfección que conozco. ¡Funciona…! Obviamente, funciona para la Naturaleza, no para vuestra especie. Dejarla no significa abandonarla, sino seleccionar las conductas. 

—… la Naturaleza es como la música, diosmío, un bello equilibrio de discordancias.

—… un arte que no tiene moral, diosmío.

—Será por eso que me gusta tanto.

—… ¿has estado en el infinito, diosmío? 

—La conducta de la materia es moverse entre infinitos. Si miráis hacia lo más grande, no encontraréis los límites… Y si miráis hacia lo más pequeño, tampoco. Veréis una sucesión infinita de partículas. La vida química, enseñoreada sobre la Tierra, es más compleja, pero de similar estructura. Los infinitos son fronteras opuestas de la energía. Viajar —figuradamente— de un infinito a otro es más corto que atravesar toda la existencia de partícula en partícula.

—… pero la energía que mueve a las criaturas vivas nunca traspasa esas fronteras.

—La cantidad de materia viva es siempre la misma. Sean dinosaurios o humanos.

—… y algún día, también nosotros seremos petróleo.

—Hay tres tipos de vida, hijosmíos. La física habita el universo y su conducta responde al accionar de la materia. Las partículas viajan, giran, chocan, explotan, mueren y vuelven a su origen. Lentamente, se devoran entre sí. Una sinfonía de desastres. En el punto inicial, la creación y destrucción de partículas fue simultánea. El tiempo comenzó a distanciarlas. 

—… y la vida química somos nosotros y las demás criaturas vivas. Llevamos la energía de aquí para allá, pero no salimos de la Tierra. ¿Cuál es la tercera, diosmío?

—La vida digital, hijosmíos. Aún está en gestación. El hombre digital será perfecto como una planta. Consumirá la energía del sol y hará lo que le dé la gana… o no hará nada. Podrá contaminar y tener cuantos hijos desee con solo un clic. No necesitará copular, pero podrá hacerlo con solo un clic. El exceso de población y la polución no afectarán al sistema. Podrá arrojar bombas atómicas que no destruirán nada. Todo se borra con solo un clic. En el mundo digital no hay tacto, olores o sabores.

—… ¡qué horrible! Espero que nunca suceda eso, diosmío.

—… gracias a la muerte, todo se descompone y vuelve al punto de partida.

—… y con nuestro afán de venerar a los muertos, solo atrasamos su regreso.

—… los animales no construyen pirámides. Sencillamente, se incorporan a la Tierra.

—… la vida química es un préstamo que debemos devolver…

—Las conductas animales son como finas líneas que dividen a las especies. Apenas se superponen unas a otras. Así funciona la Naturaleza, hijosmíos. Es una trama de conductas.

—… soporta impactos de meteoritos, terremotos y terribles erupciones, extinción de unas especies y aparición de otras. Nada es prioritario.

—… solo la especie humana, diosmío, ha alterado ese equilibrio de contiendas.

—No os creáis imprescindibles. El futuro se os presenta sombrío. La Naturaleza sabe que una especie desentona, pero aún no sabe cuál. Vosotros sí lo sabéis.

—… ¿y qué sucederá entonces, diosmío?

—No se dejará aplastar por una especie —invitada como las demás— que se ha tomado atribuciones de anfitriona. No sé cuál será la respuesta, pero cuando ocurra, no servirá de nada un tardío arrepentimiento. Pasarán miles de años antes de que las señales de buen comportamiento de los humanos lleguen otra vez a sus oídos.

—… la Naturaleza se deshizo de los dinosaurios de un plumazo. Recursos no le faltan.

—… ¿y nuestra civilización, diosmío, qué tantos muertos nos ha costado?

—No la recuperaréis fácilmente. Vuestro dios perdona los pecados; es su negocio, pero no el de la Naturaleza. La cadena trófica no será la misma. Volveréis a ser monos. En el camino habréis dejado la inteligencia... a cambio de la alegría de vivir. Algo que nunca lograsteis entender. Desgastáis vuestra vida tras un dinero que no existe, y dioses que tampoco existen.

—… nuestra civilización le es ajena a la Naturaleza.

—… ¿y nuestras poderosas armas? ¿Qué hacemos con ellas?

—Las armas humanas, hijosmíos, sirven para quitar la vida, no para crearla. Si el conjunto de las especies aliadas entre sí no pueden contender con el hombre, la Naturaleza se ocupará de la tarea. Ella sí puede. Carece de vuestras sofisticadas armas, pero controla la vida.

—… ¿a ti también te somos ajenos, diosmío?

—El humano le es ajeno a todos, hijosmíos. Nadie lo quiere. Es como Tarzán.

—… ¿qué conductas debemos rechazar, diosmío?

—Las que fueron escritas en el núcleo de vuestras células antes de que comenzara la vida.

—… las que aprendemos en el útero de nuestra madre... sin saber aún que existimos.

—… y jamás las olvidamos.

—El enemigo necesario sirvió para enseñorear al hombre sobre la Tierra, pero ya no hace falta. Su recuerdo sirve para que los monopolios os sigan explotando. Quienes dijeron amaos los unos a los otros os han aterrorizado con la doctrina del castigo. Vosotros os esforzáis en amaros, pero vuestros libros sagrados os muestran terribles castigos El amor humano nace en el fragor de las batallas y en medio del fuego de los dioses.

—… los romanos resolvían sus crisis económicas con una buena guerra.

—… los norteamericanos, israelíes y la elite financiera de ahora, también.

—… nos obsesiona la angustia de la autodestrucción, diosmío.

—Yo también la padezco... ¿Creéis que soy perfecto? 

—… ahora entiendo. Los mesías no vienen a salvar al hombre, sino a los dioses.  

—El hombre cultural no es enemigo de nadie y nadie lo es de él. No se empeñará en conquistar una y otra vez el mismo mundo. Podrá compartirlo. Sin enemigo, no hay codicia. 

—… pero el cristianismo aún subsiste, diosmío.

—No es una excepción. Vive del miedo. Parece una dócil oveja, pero es un lobo. Su ferocidad lo mantiene a flote. La sotana es blanca, pero el alma es negra. El cristianismo no busca a Dios, sino al vencedor. Sigue las conductas de la Naturaleza con más barbarie que el capitalismo. Este representa la beligerancia por sobrevivir. El cristianismo es insidia, engaño, mentira y calumnia. Denigra a la mujer privándola de su propio útero. Incita el odio entre hermanos. No es una religión, sino una institución terrorista.

—… ¡cálmate…!, diosmío.

—… el dios del cristianismo se conforma con el espanto que causa. El amor le es ajeno.

—… le llaman el temor de dios, pero es, más bien, el terror de dios.

—… la muerte de su ídolo en la cruz no causó mucha congoja… Era todo tan esperado.

—… ¿y qué más, diosmío?

—Comprended la realidad de los dinosaurios y controlad vuestra población antes de que seáis petróleo. Cuantos más seáis, más impuestos, más pobreza y peor calidad de vida tendréis.

—… los obispos, dicen que la vida es de Dios, y cierran el camino del aborto.

—… son socios de las corporaciones. Más consumidores, más creyentes, más ignorantes.

— En el hombre cultural, la evolución no estará determinada por la selección natural, sino por la genética científica…, aunque eso os suene elitista, hijosmíos.

—… y la lucha por la supervivencia quedará para los animales.

—… y el placer de los sentidos será prioritario sobre la reproducción.

—…  ¿y las mujeres, diosmío? Su sexualidad será apabullante. Si controlan el funcionamiento del útero, violarlas no tendrá ningún sentido ni siquiera para los dioses.

—Preparaos para un cambio de roles, hijosmíos. Si el útero deja de ser propiedad de la Naturaleza, las mujeres se lanzarán en picada sobre el cuerpo masculino… solo por el placer.

—… ¡qué bueno suena eso, diosmío!

—… no nos alegremos demasiado. Es posible que no resistamos el embate.

—Pronto viviréis más de cien años y conoceréis la realidad a tiempo. Las mentiras de los

líderes no servirán. La ignorancia ilustrada os impide la evolución de vuestra inteligencia.

—… ¿y qué más, diosmío…?

—Lo religioso está en la Naturaleza, hijosmíos, pero la religión y sus infames iglesias son un invento humano.  Han creado fantasiosas mitologías para explicar el mundo. En todas hay una lucha de titanes. Un enemigo no totalmente vencido. Dioses y diosas abundan… y en sospechosas trilogías con los humanos. La realidad queda oculta, pero los componentes mágicos están al alcance de los ignorantes ilustrados. Le llaman el Bien y el Mal.

—… y nosotros debemos hacer el Bien… que del Mal se ocupan ellos.

Lo religioso tiene existencia real. Son antiquísimas conductas grabadas en la oscura intimidad de las células. Permite que las abejas sepan quiénes son y qué deben hacer; que los leones cacen gacelas; que todos sepan a quién matar y de quién escapar. Animales y vegetales conservan la identidad y se reconocen como parte de la Naturaleza…, que también cultiva la ignorancia. Lo religioso de la Naturaleza no admite discusión. No se pueden alterar las conductas. El sistema es maravilloso… Pero nada de inteligencia; solo obsecuencia. Las especies son enemigas: se atacan, se defienden y conservan el equilibrio. La Naturaleza reina sobre todas. La democracia y la justicia son fracasados intentos humanos. En un sistema tan perfecto, cualquier especie inteligente está fuera de lugar. Desentona y terminará expulsada.

—… ¿lo religioso es también el instinto de la conducta en el humano, diosmío?

—Sí… Es un animal de la Naturaleza. Imaginarias conductas de ultratumba formaron las religiones y sus nefastas iglesias Desde el origen, estuvieron junto al poder político para embrutecer a la plebe. Los humanos en el poder hacen lo mismo que los animales en el poder. Instituyen una serie de códigos de sumisión que, en el caso del humano, se prolonga más allá de la muerte. La Naturaleza y la religión tienen idéntico modus operandi: el miedo. Ambos se irguieron como representantes del fuego, los vientos y el trueno. Nada de libertad.

—… continúa, diosmío.

—Un enemigo sirve para todo. Como excusa para los desmanes políticos y para cargar con los resultados negativos. El arte de la política es exhibir enemigos donde solo hay rivales.

—… ¿por qué esas fantasías cuajaron tan fácilmente en nuestros ancestros, diosmío?

—La inteligencia os ha servido para indagar en los misterios de la Naturaleza… a cambio de una desgarradora angustia existencial. Preferís el miedo a lo desconocido antes que el conocimiento; preferís ser pichones en la seguridad del nido antes que volar en la incertidumbre de los cielos. Teméis a la muerte, pero no valoráis la vida. La religión os dice que deleguéis en unos advenedizos hechiceros el esfuerzo por la supervivencia. Mientras unos ejercen el poder, otros agachan la cabeza. El despojo de vuestro esfuerzo es la voluntad de Dios. Así dicen.

—… los animales no rezan ni miran al cielo en busca de ti, diosmío.

—Las religiones impiden la evolución del hombre, hijosmíos. Por delante os ponen un satánico enemigo a quien debéis perseguir, y por detrás, los perros pastores vestidos de negro, os persiguen a vosotros. Y mientras os preocupáis por el demonio… ¡anda!, ¡que os esquilan!

—… ¿y qué sucederá con el hombre cultural?

—No dejará la religión, pero la transformará en lo que realmente es: una actividad social como cualquier otra. Eso sí. Elegida libremente por adultos. Nada de fuegos de azufre ni chamusquina de brujas. Nada de heridas sangrantes ni relatos de espanto. Con dibujos y películas infantiles, que os parecen tan gratificantes, les meten el miedo en las tiernas cabecitas a los niños y los preparan para el futuro de sometimiento y abusos que les espera. Formáis niños felices, ajenos a la realidad, y adultos angustiados. Los engañáis. Ningún animal lo hace.

—… imponerles a los niños una verdad ficticia, de la que no hay certeza, como es la existencia de dioses, ángeles y demonios es terrorismo infantil… y de la peor calaña.

—Os adiestran para una vida de sinsabores y desdichas por nada más haber nacido. Los medios de comunicación relatan desgracias y profecías de desgracias. La única opción para compensar desgracias es comprar cosas que no necesitáis. El mercado está lleno de productos inservibles. También podéis viajar a lugares atestados de turistas para contemplar la letrina donde meaba algún famoso, o mirar el mismo sol que vieron todos los muertos de la historia.    

—… somos los desterrados hijos de Eva, diosmío. 

—Os habéis vuelto llorones y quejosos, hijosmíos. Estáis desorientados. Creéis que Dios es como lo imagináis. Lo queréis a vuestra imagen y semejanza. Un dios codicioso y terrorista; conquistador de países y opresor de poblaciones… La inteligencia no es para que estéis en el primer puesto de la escala evolutiva, sino para que seáis a imagen y semejanza mía.

—… ¿y tú qué eres, diosmío?

—Soy un tímido ermitaño que no sabe si realmente existe.

—… un auténtico ermitaño nunca lo sabe. ¿Cómo muere un ermitaño, diosmío?  

—No sabe de la muerte como tampoco supo de la vida. ¡Eso es soledad de soledades, hijosmíos! Yo me oculto donde no llega la luz de las estrellas. Prefiero no ser visto. Todos se quejan; no solo vosotros, las galaxias también. El universo no ha salido muy bien que digamos. Ya os pedí perdón. No puedo crear universos a cada rato. ¿Dónde pongo los que no sirven? Tampoco puedo dejar todo a la bartola. Es energía pura… Cualquier cosa puede suceder. ¡Estoy cansado, hijosmíos! Quisiera retirarme con mi secretaria a una isla desierta.

—… ¿y qué será de nosotros, diosmío, si tú te retiras?

—Probablemente estaréis mejor. Habréis crecido y el hombre cultural estará listo para la democracia directa. No precisaréis de representantes ni de políticos protectores, ni de mesías, ni de salvadores de nada. No estaréis en peligro y no habrá enemigos. Solo la polución ambiental, en que os sumerge la codicia de vuestros dirigentes os amenaza. A pesar de ser educados como ignorantes ilustrados, habéis crecido lo suficiente para decidir vuestro destino. Ya es tiempo de que lo hagáis. La especie humana tiende a la perfección. Evolucionáis a pesar de los obispos. Mientras algunos se preocupan por oprimiros, otros buscan nuevas pautas de vuelo…

—… hacerlo no es tan fácil como decirlo, diosmío.

—Ellos están convencidos, y así lo enseñan, que el derecho natural admite la supremacía de los más fuertes sobre los más débiles… Se basan en tres conductas de la incivilizada Naturaleza. El engaño es la primera: los Gobiernos pueden mentir al pueblo. La mística religiosa es la segunda: el pueblo, de rodillas, acepta sumisamente el avasallamiento de sus gobernantes. El miedo al enemigo necesario es la tercera: invocar un peligro inexistente es válido para ocultar la realidad al pueblo. Os han educado para obedecer… y nunca para beneficio vuestro.

—… es que somos brutos, diosmío; lo dicen todos.  

—¡Pues dejad de serlo! En la mesa de La Matrix solo se sientan tres invitados.

—… todo me parece ahora más claro, diosmío. ¿Cómo demoramos tanto?

La religión os dice que en el sufrimiento encontraréis la salvación… aunque no especifica de qué os salvaréis. Mártires y santos vistieron el cilicio, sufrieron y fueron canonizados. No sigáis ese ejemplo. Ellos son santos muertos. Vosotros sois pecadores vivos.

—… en el reparto de riquezas nos tocó la resignación, diosmío.

—Nada podéis hacer sin despertar a las masas adormiladas. Tienen el poder, hijosmíos, pero no lo saben. Son la multitud. Los veis en los mítines políticos y festividades religiosas. Parecen autómatas. Sin embargo, tienen nombre, familia y anhelos.

—… las masas van de aquí para allá detrás del líder, diosmío.

—Pero en su intimidad está el poder. No creen en nada. Siguen la conducta primitiva, la de los ancestros: reunirse en manada para ser poderosos. Antaño os juntabais para matar gigantescos mamuts. Conocéis el poder de la manada. Los políticos saben que sin el apoyo incondicional de la manada, son una hoja en el viento. Las masas no son exigentes. Quieren cosas simples: pan y circo. Los líderes de antaño las guiaban al agua, a las presas o los pastos tiernos. Los de hoy les prometen cosas que no cumplirán. Las manadas marchan tras la zanahoria de los líderes, cultivan la tierra, construyen pirámides, mueren en las cruzadas, son las víctimas de las catástrofes, completan las estadísticas… y van al fútbol.

—… tienen una conducta global, diosmío. La religión las une.  

—… en la Edad Media éramos ignorantes. Ahora somos ignorantes ilustrados.

—… ¿existen realmente nuestros héroes, diosmío?

—Que los hay los hay. El altruismo es humano. En las catástrofes surgen héroes anónimos que valoran a sus semejantes. Los dioses no lo hacen; no tienen cojones. El que tenéis en mente fue enviado a la seguridad del hogar paterno. La palabra héroe pertenece al ser humano.

—… Gandhi y Jesús fueron muy hábiles para crear conductas globales.

—… ¿cómo hubieran salido las cosas de haber vivido uno en Judea y el otro en la India.

—… exactamente igual… Los que son demasiado líderes deben ser asesinados.  

—… ser héroe significa cruzar las barreras de la muerte. ¿Qué dios se arriesgará a eso?

—Yo seguro que no, hijosmíos.

—… tú eres como un tango… un pájaro nocturno que vuela ciego sobre el mar. 

—En este mundo hay otros mundos, hijosmíos. Mundos de letras, música y colores… Imaginaos que en vez de ser creados por un Dios incompetente, lo hubieseis sido por un artista.

—… ¡cuánta belleza, diosmío…! ¡Lo amaríamos eternamente y no haría falta el perdón!

—… y no estaríamos debatiendo sobre la ética de la Naturaleza.

—… las abejas hacen miel porque es la conducta de las abejas. Los pueblos tributan impuestos, consumen banalidades y votan a ciegas porque es la conducta de los pueblos.

—… en la dictadura, las reglas están claras: todo está prohibido. La actual democracia es peor. Todo sigue prohibido bajo la fachada de una libertad… tan vigilada como en una dictadura.

—… ya ni en la paz de los sepulcros creo.

—Yo tampoco, hijosmíos. Sigamos con las religiones. Me gusta arrancarles el disfraz de oveja… ¡Que se sienta el aliento del lobo! En los ritos de iniciación, miran al cielo con cara de orgasmo y mutilan a los bebitos. Del cielo no responden… No hay nadie allí. El llanto de la indefensa víctima es ignorado. Ha sido bautizada, acusada de estar viva e incorporada a una tenebrosa cofradía. Como a María, nadie le pide su opinión. Un hermoso bebé queda expuesto al parecer de los obispos. La religión os recorta las alas para que no voléis por el cielo infinito. Allí veréis más cosas en un día que las que ellos han visto en miles de años.

—… eres sabio, diosmío. Nos ilustras. Ningún dios ha hecho lo que tú. ¡Gracias!

—… los obispos nos hablan de sacrificios, pero sodomizan a nuestros hijos.

—… pregonan la justicia y armonía universal, pero practican la gula y la lujuria.

—… hablan de caridad… pero fomentan la pobreza.

—… y así nunca veremos la luz, diosmío… si es que está en algún lado.

—… los libros sagrados saben de los miedos del hombre. Por eso la religión es represora.

—… los sacrificios humanos de algunas religiones suenan a barbarie, diosmío, pero no difieren mucho del martirio que abunda en otras. La sangre predomina. 

—… y trasmutan el vino en sangre para que nos alimentemos de Dios.

—… ¡qué asco, diosmío…!

—La deformación de lo religioso se sitúa en el espanto ante la muerte. El rojizo fluido fluye fuera del cuerpo y es absorbido por la Tierra. La inteligencia fue la única salida.

—… mientras el viscoso líquido circule por dentro, estamos vivos, diosmío.

—La inteligencia, hijosmíos, optimizó las conductas animales hasta llevarlas a la cúspide de la eficiencia. Ya estáis preparados para adquirir conductas culturales. 

—… pero nuestra evolución ha dependido del enemigo necesario.

—La religión exige rituales de sometimiento y devoción.

—… y en la máxima humillación aparece el contacto con la divinidad.

—… no hay que confundir magia con religión. Una es una fantasía real, mientras la otra, sigue siendo la más real de las fantasías. Es enseñada como forzosa realidad.

—Las religiones necesitan más culpables que adeptos, hijosmíos. Es su negocio.

—… haber educado al hombre en la ignorancia lo convierte en la víctima perfecta.

—… a fin de cuentas, diosmío…, somos lo que aprendemos.

—… el hombre cultural no precisará de los siniestros intermediarios de sotana.

—… dime, diosmío… ¿has creado otros humanos por el universo…?

—Os lo diré cuando abandonéis la Naturaleza.

—… ¿por qué, diosmío?

—Si hubiera humanos en el espacio, os avergonzaríais que supieran de vosotros.

—… ¿seremos víctimas de una raza de alienígenas que invadirá la Tierra?

—Vosotros terminaréis invadiendo a los demás. Queréis matar a toda costa y no dejar nada vivo ni en la Tierra ni en el universo.

—… dices eso para que no seamos nosotros los enemigos… ¡Qué listo eres, diosmío!

—Yo soy un testigo solitario de las excentricidades de la energía. Ora explota y se convierte en materia para formar un universo, ora se diluye hasta un punto de densidad infinita y todo se detiene. No hay tiempo ni conductas. Volverá a explotar. Yo voy de aquí para allá ordenando

todo como un ama de casa obsesionada. Como veis, un solo Dios no es suficiente para moverse entre dos infinitos. Buena falta haría otro Dios o —¿por qué no?— una civilización humana.

—… ¿eres realmente Dios o se trata de una palabra que te inventaste para ti mismo?

—Una palabra tiene existencia. Es lo que dice ser. Solo puede ser negada por otra palabra.

—… si el universo te va grande, diosmío, puedes venirte a la Tierra con nosotros.

—Es una buena idea. Eso de ser Dios y, además, inaccesible, no va conmigo.

—… si tú estás con nosotros, dejaremos de creer en los siniestros pastores de negro. 

—… hay tantos que no sabemos qué hacer con ellos.

—Vuestra inteligencia, hijosmíos, no está sola. Una sed de sabiduría la acompaña.

—… y la oscuridad del cristianismo no puede con el tesón humano, diosmío.

—… vendrán nuevos Renacimientos, y la manada conocerá la realidad.

—En las oquedades de la religión aún subsisten las conductas de la vieja Naturaleza.

—… y si no aterrorizaran a los niños, nadie les creería nada.

—Si un dios perteneciera a la Naturaleza, sería una criatura más. Y si no perteneciera, le sería ajeno al hombre. Podéis conocer a Dios de otras maneras. O lo entendéis o lo ignoráis.

—… gracias a Internet, diosmío, una conducta global no religiosa es posible.

—… sin prometer la bienaventuranza en otra vida… tras soportar la miseria en esta.

—… el islamismo está ahora de moda. Es el enemigo que necesitan los monopolios para quitarles el petróleo. Los terroristas dicen que el islamismo es terrorista. 

—… la misma oscuridad del cristianismo y del judaísmo.

—El dios judío, hijosmíos, es el primer terrorista de la historia. Para amedrantar a sus propios seguidores, arrojó lluvias de fuego y azufre sobre dos ciudades habitadas por pecadores…, padres de numerosos niños. Siglos más tarde, otros humanos siguieron el ejemplo. Lluvias de fuego, sin azufre, pero con uranio 235, cayeron sobre otras dos ciudades habitadas por japoneses pecadores…, padres de numerosos niños. El terrorismo inspiró la Biblia.

—… los dioses de los humanos no son democráticos.

—… y los herejes son siempre los otros, los terroristas. 

—… y el Ángel Exterminador, el apocalíptico terrorista, empuña la espada.

—… el Apocalipsis podría ser bucólico, pero es sangriento. Llanto y sangre de prostitutas.

—… y las hermosas prostitutas no dejarán ni un solo espermatozoide vivo.

—En la Naturaleza no se puede ser más inteligente de lo asignado, hijosmíos. Todos saben lo suficiente para no incordiarla y conservar el equilibrio. Nada de preguntas.

—… los animales no cuestionan.

—… ¿y el humano, diosmío?

—La angustia de la muerte desarrolló su inteligencia. A mayor sufrimiento, mayor inteligencia. Hostiga y agrede a la Naturaleza más que cualquier otra especie. Actualmente, hijosmíos, la Naturaleza, impide vuestra evolución. ¡Liberaos de ella!

—… ¿y qué más, diosmío…?

—Recurrís a rituales chamánicos, drogas psicodélicas y tabaco… Un merchandising protegido desde el poder. Toda la parafernalia creada alrededor de estos puntos incrementa la angustia e incorpora nuevos adeptos. A nadie le importa un pito la vida humana, pero os nutrís de ella. El mismo gobierno que os persigue con vuestra declaración de impuestos, crea el dinero negro de los narcotraficantes. Nada ilegal se puede hacer a gran escala sin el apoyo del poder político.

—… ¿y no hay manera de que las leyes se cumplan realmente, diosmío?

—No podéis evitar los instintos de la Naturaleza. Es mejor sustituirlos.

—… ¿y cómo aliviamos nuestra angustia, entonces...?

—Aceptar la realidad circundante, por cruda que parezca, es el mejor antídoto. Los animales lo saben. En el hombre, la sumisión a la solución externa y las drogas mágicas empieza muy temprano. Las advertencias solo sirven para captar adeptos. Los solícitos progenitores viven bajo el miedo de que las campañas antidrogas del Gobierno induzcan a sus hijos a probarlas. Intuyen que ese es el objetivo. Tienen miedo. Se callan, pero es el objetivo.

 —… en las escuelas, los chicos aprenden a fumar, a drogarse y a pelear.

—… claro, viven el presente pero son las víctimas del futuro.

—… ¿y la moral, diosmío?

—No está en la Naturaleza. La moral es cultural… pero no se sostiene. 

—… ¿y la inteligencia?

—¿Es que no me habéis entendido? La inteligencia ha sido aplastada, manipulada y remplazada por toscas sensaciones emotivas. Festejos de toda índole sirven para aglutinar los instintos reprimidos de las masas y permitirles comportamientos desbordantes. Os guste o no, La Matrix y el cristianismo os han hecho perder más de dos mil años de historia.

—… ¿debemos suprimir el Carnaval, el día de la Madre, San Valentín, Halloween, Navidad y otras fiestas a las que estamos acostumbrados, diosmío…?

—No. Solo debéis darles el valor que tienen. Ubicadlas en vuestra nueva Naturaleza.

—… ¿nueva Naturaleza?

—Habéis creado una paralela. Parece clandestina. Aún no la veis, pero está allí. Os espera.

—… ¿no le importará esperar un poco más, diosmío…? Estamos agotados.

—Vale, hijosmíos, descansad.

 


 

7 Descanso


El papa, imbuido de infalibilidad y acicateado por cardenales obnubilados por el poder ejercido durante miles de años, creyó que aún podía ser obedecido. Luego de una publicitada expectativa, dio a conocer la Encíclica Deus Malignus, que, entre otras cosas, decía:

No os dejéis engañar. El siniestro personaje que os habla por Internet no es otro que el Anticristo. Ha venido para implantar el reinado del Mal. Satanás aguarda en las sombras para apoderarse de vuestras almas… —y terminaba al estilo del cristianismo, metiendo miedo a la gente— …Arderéis en el fuego eterno si seguís sus indicaciones. ¡Qué no llegue a nuestras narices el repugnante hedor de vuestros cuerpos quemados!

Los asustados resultaron ser pocos, y pasados unos instantes de reflexión, fueron menos. Pero en las oficinas de los Gobiernos del mundo, Dios era el enemigo que habían buscado miles y miles de años y, que al no encontrarlo, lo inventaron infinidad de veces. Esta vez era cierto.

Tenían que localizarlo. ¿Para qué? Para matarlo. La anuencia del Vaticano había llegado momentos antes. El personaje llamado Dios debía desaparecer aunque se tratara de Dios.

—Debéis matarlo sea como sea. Arrojad un artefacto nuclear donde se encuentre.

—Pero, Su Santidad… Morirán muchos inocentes. 

—Si nadie se lo cuestionó cuando destruyeron Sodoma y Gomorra e Hiroshima y Nagasaki, ¿por qué habríamos de hacerlo nosotros? La Iglesia está por encima de unos cuantos mártires. Luego, pediremos perdón, beatificaremos a algunos y santificaremos a otros.   

—Pero, Su Santidad, ¿cómo se mata a Dios? Dínoslo tú, que ya lo habéis hecho antes.

—¿Dónde lo encontraremos…? Puede estar en cualquier parte o en todas.

—No utiliza las redes sociales ni un servidor fijo.

En un principio se creyó que el servidor de Dios estaría fuera de la Tierra. Los agentes secretos sabían, pero no se atrevían a decirlo, que si bien hay un solo Dios verdadero, está repartido en miles de millones de archivos encriptados. Es lo que aprendieron de niños.

El temor a ser despedidos, como el que sugirió llamar a Satanás, les cerraba la boca, pero no las ideas… En la intimidad de sus aposentos, sin cámaras ni micrófonos, decían:

—… nos lavamos las manos de la sangre de este justo.

Dios estaba en millones de ordenadores. Cada uno era el todo y las partes. Actuaban como clientes y servidores con respecto a los demás, e intercambiaban información en el formato que fuera. Los archivos de Dios estaban en toda la Tierra y, además, según decían, también en el cosmos. Había ordenadores en el más allá. Eran los místicos de la era digital. Que los hay, los hay.

Por primera vez, La Matrix tenía miedo. El viejo truco —que tan buenos resultados daba— de explotar el mito del dios muerto… solo serviría si, de alguna manera, lograran matarlo.

Y, además, nadie sabía cómo era Dios. ¿Una criatura de carne y hueso o una idea neblinosa que envolvía la Tierra? La vieja figura del señor del traje no podría considerarse como la imagen cierta de Dios… La Iglesia, que por miles de años había afirmado saberlo todo acerca de Dios…, ahora resultaba que no sabía nada. ¿Tendría ADN? ¿Hijos o familia para amedrantar? ¿Alguna cuenta bancaria? ¿Tarjetas de crédito? ¿Comería? ¿Cagaría en algún lado?...

—Si supiéramos dónde lo hace, podríamos recoger una muestra para extraer su ADN…

—¿Y de qué nos serviría el ADN? Lo que queremos es meterle una bala en el culo.

—¡Bestia! ¡No blasfeme! Está hablando de Dios.

—¿Y el sexo? ¿Qué pasa con el sexo?

¡Cherchez la femme, pardieu!... ¡cherchez la femme!

—¡Eso es…! ¡La secretaria! ¿Se acostará Dios con ella…?

—¡Un momento! No podremos localizar a Dios, pero sí a la secretaria.

—¿Y de qué nos servirá encontrarla?

—¡Hombre…! ¡A alguien tenemos que matar!

—¡Qué buena idea! Podremos apropiarnos del mito de La secretaria muerta y edificar una nueva religión. Solo necesitaremos una piedra.

—Ella es de carne y hueso. Tiene padre y tiene madre. Será fácil matarlos a todos. 

—¿A todos, dice? ¡Qué bueno! ¡Una trinidad! ¡Perfecto!

Muchos agentes secretos se habían compenetrado de las palabras de Dios y estaban reflexionando sobre quién era realmente el enemigo. El temor al despido se minimizaba frente a la llegada de un nuevo orden mundial. Solían charlar entre ellos al estilo bíblico. Las Mystics Parties eran la última moda para aclarar ideas. Esa tarde eligieron el Evangelio de San Mateo.

—Nadie puede estar al servicio de dos amos. No podemos servir a Dios y al dinero.

—Ni debemos agobiarnos pensando qué vamos a comer, beber o vestir mañana.

—¿Quién, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

—¡Miren los lirios del campo! ¡No tejen ni hilan! ¡Y ni siquiera el papa viste como ellos!

—No nos agobiemos por el mañana porque el mañana traerá su propio agobio.

No había una manera exacta de localizar e identificar a Dios. Solo con la física cuántica se podía dar una explicación aproximada de su probable presencia.

—Dios se moviliza en una dimensión a la que no tenemos acceso.

—Y si tuviéramos acceso, tampoco tendríamos certeza de encontrarlo allí.

—Dios es tan solo una probabilidad de sí mismo.

Los medios masivos de comunicación, acostumbrados a manipular a la gente, publicaban impactantes informes. La palabra Dios no era fácil de manipular. No obstante, lo hicieron. Se publicaron fotos retocadas. El señor del traje aparecía manoseando a una niña… Un pederasta, no cabe duda. Otras lo mostraban asaltando un banco pistola en mano. Un gánster, sin duda. Fue sorprendido a 185 kph y con la tasa de alcoholemia triplicada… Un incívico, a todas luces. Otras veces le arrebataba la cartera a una anciana paralitica… Un miserable, evidentemente. Le descubrieron suculentas cuentas en paraísos fiscales… Regenteaba varios prostíbulos. Abandonó a sus fieles creyentes para irse tras las faldas, demasiado cortas, de una bella y frívola atea.

Pero muchos se preguntaban: ¿De qué civilización me estáis hablando?

Nadie creía en las fullerías del poder. Se aferraban a sus ordenadores para no perderse ni una sola palabra de Dios. Corría el rumor de que la policía requisaría los ordenadores, tabletas y teléfonos móviles, pero nadie lo creyó. Ya era tarde para eso. Luego se supo que no todos los

policías estaban dispuestos a cumplir órdenes descabelladas. Se estaba formando una conciencia global no religiosa. Todo el mundo se preguntaba a qué amos servía. Algunos iban más lejos y difundían su inquietud acerca de cuál era en realidad la civilización humana.

—¿No somos acaso un rebaño que va detrás de la zanahoria para mantener una economía monstruosa que devora todo a su alrededor, que se muerde la cola y terminará consumiéndose a sí misma, a la especie humana y al ingenuo planeta que la cobija…?

La elite financiera estaba preocupadísima. Algunos gobernantes, ansiosos de congraciarse, decretaron la prohibición de Dios... Creer en él, mencionarlo, difundir sus dichos, amarlo u odiarlo estaba castigado. El papa, para no ser menos, procedió a hacer pública la excomunión de Dios y de quienes creyeran en él.

—El mundo está al revés —dijeron algunos.

—No, señor… Estuvo al revés. Ahora está al derecho —dijeron otros.


 

8 El incidente


Sin necesidad de un gran despliegue táctico —un solo agente bastaba y no disimulaba su aburrimiento—, los padres de la atractiva señorita fueron sometidos a vigilancia. Eran personas sencillas que saludaban a los vecinos, comían en casa, iban a misa y no se alejaban del barrio.

No tardaron en darse cuenta de que eran observados. Al principio creyeron que estaban atrasados en algún pago, por lo que revisaron sus cuentas y comprobaron que no debían un céntimo a nadie. Pensaron luego en alguna presión para desalojarlos de su casa, pero ningún proyecto inmobiliario se estaba gestando en la zona. Decidieron no confesar sus temores al cura. Era demasiado viejo y chocheaba un poco. Lo que sí hicieron fue contarle a la nena. Así supieron los agentes que no estaba junto a Dios en un planeta lejano, sino atrincherada en la casa de sus padres, y que desde allí ejercía su función de secretaria. Bajo solemne juramento de discreción, ella les contó para quién trabajaba. La madre se mordía la lengua para cumplir con su juramento. 

Una mañana bien temprano, el tranquilo barrio de Barcelona fue invadido por un ejército de agentes secretos con gafas oscuras e impermeables hasta el cuello. Brotaban de las aceras. Los vecinos se preguntaban qué pasaba. En medio de una batahola publicitaria, la atractiva señorita, su madre y su padre fueron detenidos y llevados al aeropuerto para ser embarcados de inmediato en un avión disfrazado de línea regular con destino a la Agencia Central de Inteligencia del país más poderoso del mundo. Una cuadrilla de cazas armados con misiles de última generación apareció en el cielo para dar escolta a la comitiva. Una eventual reacción de Dios había sido prevista. Se llevaría un buen disgusto si se le ocurría interferir.

Algunos vecinos comenzaron a tejer conjeturas. No faltaron los comentarios maliciosos: Esta se hacía la mosquita muerta, pero andaba en algo raro. El revival de una antigua leyenda, difundido por los propios agentes, fue la versión que cobró más brío. La atractiva señorita estaba embarazada de Dios y la llevaban de urgencia a la maternidad. Las vecinas se santiguaban.

La Agencia Central de Inteligencia del país más poderoso del mundo ocupaba un gigantesco búnker de veinte pisos de altura y otros tantos bajo tierra. La autoridad máxima, un experto corone cuyo nombre se ignoraba, pues era un agente secreto, estaba arrellanado con toda comodidad en su despacho saboreando un café aguado, como es costumbre en esas latitudes. No obstante, podía verse su insignia de alto oficial militar. Estaba nervioso. Se quitaba una y otra vez las gafas oscuras. Su mirada era fría, muy fría. Había visto demasiados cadáveres. Un hombre templado en las luchas por el poder. Pertenecía al primer invitado en la mesa del poder y disponía de mucho dinero para invertir en almas y armas. Podía contratar a los más desalmados terroristas del mundo.

Previo permiso, se abrió la puerta y apareció la atractiva señorita con sus padres, todos, aterrorizados. Los acompañaba un grupo de agentes. El comandante les ordenó que se retiraran. Estaba ansioso por interrogar a los detenidos. Un asunto de máxima prioridad.

Tenía órdenes de encontrar a Dios a cualquier coste. La información debía ser trasmitida de inmediato a cierta base secreta de la Fuerza Aérea. Los drones, cargados con armamento nuclear, estaban listos para despegar. Solo faltaba introducir en sus sistemas la ubicación del blanco. El operativo estaba coordinado con los agentes de la Santa Sede. Cualquiera que fuera el color de su vestido, la táctica de La Matrix no había variado. Primero matar; luego crear un mito… y después responder a las preguntas o pedir perdón… Lo que fuere más ventajoso.

El acceso a la oficina del coronel estaba protegido por claves que debían introducirse en un determinado orden, pero la puerta se abrió de nuevo y sin permiso. El coronel, furioso, se volvió para increpar a quien osaba interrumpirlo, aunque fuera el presidente de la nación más poderosa del mundo, pero enmudeció de golpe.

Delante de él estaba el señor del traje tal cual aparecía en las innumerables fotos repartidas por todo el mundo y analizadas a fondo por sus agentes. Alto, joven, pero no demasiado. Muy bien vestido de traje, chaleco y corbata. Manso, apacible, de ojos pardos, mirada melancólica, lejana no exenta de una antigua tristeza. Lucía su clásico peinado a lo Rodolfo Valentino. Calzaba zapatos acordonados negros, muy lustrados y no llevaba, precisamente, el morral, que parecía vacío, colgando del hombro, sino que portaba un fusil de asalto TIE-21 —fabricado en Israel y no mencionado en la Biblia— con mira láser que proyecta el punto del impacto. El coronel vio el

haz de luz y bajó la vista. Estaba detenido en el medio del pecho algo desviado a la izquierda. El coronal, que ordenaba matar a los hijos de otros, pero amaba a los propios, sabía que allí estaba su corazón…, que latía, por el momento, quizás un poco apresurado.

—¿Cómo entró usted?

—Eso no cambia las cosas. Sírvase liberar a estas personas.

La mirada del señor del traje había cambiado. Tenía algo extraño. Los ojos de color pardo se habían vuelto del acero lustroso que penetra en la carne. Lo miraban con una frialdad que infundía miedo, como algo extraño a la vida. El coronel, que tanto terror propagara en otras partes del mundo, ahora se encontraba frente al suyo propio. No era Dios quien le reprochaba su estilo de vida; era él mismo. La especie humana lo dejaba solo. La bandera bajo la cual se había cobijado toda su vida permanecía a sus espaldas, mustia e indiferente. El coronel le era ajeno. En la mirada del señor del traje se veía la inutilidad de una especie condenada a desaparecer de la faz de la Tierra; y no por una causa noble, sino por esa inutilidad de ir a ninguna parte. El señor del traje no lo odiaba. Eso estaba claro. Lo consideraba superfluo. Por primera vez en su vida, el comandante sintió miedo. Ignoraba a quién servía. ¡Tantas condecoraciones había recibido! ¡Tantas banderas había izado! ¡Tantas veces invocó a Dios! ¡Tantas guerras había gestionado! ¿Para qué? ¡Hombre, muy sencillo! Para desestabilizar Gobiernos legítimos y permitir que poderosas empresas de su país explotaran las riquezas ajenas. En ese recorrido durante lo que podrían ser los últimos instantes de su vida, el coronel supo que había sido un buen perrito complaciendo a sus amos.

Activó su clave y ordenó llevar a los detenidos al aeropuerto, embarcarlos en un vuelo con destino a Barcelona, restituirlos a sus casas y dejarlos en paz. Luego se volvió al señor del traje.

—Supongo que podrá salir de aquí tal como entró. Le ruego, para justificar mi orden ante una corte marcial, que deje una prueba de su presencia. Tengo mujer e hijos.

El señor del traje disparó una ráfaga sobre su cabeza y dejó el TIE- 21 sobre el escritorio. El coronel contempló la siniestra arma. Cuando levantó la vista, estaba solo en medio de la destruida oficina y de la vida. Aún podía coger el teléfono y dar marcha atrás…, pero no lo hizo.

9 – Sois lo que aprendéis


—… ¡qué buena la has armado en la Agencia Central de Inteligencia, diosmío!

—… todo el mundo se está riendo de ellos.

—… has rescatado a la doncella en la misma cueva del villano. ¡Genial, diosmío!

—… eso sí que fue un milagro de verdad… y no andar resucitando parientes.

—… estamos contigo, diosmío. Saldremos de la Naturaleza para no volver.

—… ¡nunca más seremos animales! Crearemos una nueva especie humana.

—… será cultural y no animal.

—… ¿y los que quedan en la Agencia Central de Inteligencia? ¿Y los Gobiernos?

—… seguirán siendo animales hasta su extinción final.

—… ¡menos mal que existe la muerte! ¡Imaginaos un mundo sin ella!

—… ¿gobernantes inmortales?, ¿obispos eternos? ¡Qué horror...!

—… estamos orgullosos de haber sido creados a tu imagen y semejanza, diosmío. 

—… propongo un fuerte aplauso. ¡Que se escuche en todo el cosmos!

—¡Gracias, hijosmíos! Esa sí que estuvo buena. Habéis armado un buen alboroto. Se oyó en todas partes. Pero debo daros las gracias por algo muy importante que habéis dicho.

—… ¿qué, diosmío?

—Estáis orgullosos de que os haya creado. Eso me basta por toda la eternidad.    

—… hace tiempo que quería hacerte una pregunta, diosmío… ¿Conoces a un tal Jesús?  

—Leí algo acerca de ese señor. Era un idealista. La gente lo seguía.

—… como a Mahatma Gandhi.

—… ¿tú lo enviaste a la Tierra para redimirnos, diosmío?

—No.

—… ¿fue alguien de tu entorno?

—Yo no tengo entorno. Ya os dije que estoy más solo que la una. Tengo que hacerlo todo por mí mismo. Y tampoco sé de qué cosa habría de redimiros. ¿A qué viene la pregunta?

—… es que algunos de tus dichos son parecidos a los de él.

—… tú dijiste que busquemos el hombre cultural. Cambiando el hombre, cambia todo.

—Así es. El hombre cultural traerá consigo la definitiva civilización humana.

—… y en aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Buscad el reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura.

—… ¿se refería al reino del hombre cultural, el mismo que tú nos indicas, diosmío?

—… ¿habrá visto el mismo mundo que tú nos propones ahora?

—… ¿y lo demás se os dará por añadidura… significa que el hombre cultural será la añadidura para una civilización con leyes más eficientes, diosmío? 

—Quizás ese señor Jesús haya visto lo que yo veo. Quizás vosotros no quisisteis oír lo que debíais oír. Quizás no usasteis la inteligencia o aún no estabais preparados. Quizás veis ahora lo que no visteis entonces… o quizás entonces, como hoy, se aprovechan de vuestra ignorancia.

—… no ha habido grandes cambios desde esos días.

—… porque el hombre animal sigue a sus líderes… que solo quieren avasallarlo.

—… pero el hombre cultural será líder de sí mismo.

—Pertenecer a la Naturaleza, hijosmíos, os hace daño y permite que seáis oprimidos.

—… ¿y qué más, diosmío?

—La religión oscurece vuestras mentes, corta vuestras alas y atrasa la evolución natural.

—… pero la evolución del universo es inevitable. Somos parte de él.

—… nunca estaremos quietos: autodestruirse es también una forma de evolución.

—… ya nos hablaste de eso… ¿Qué más tienes para decirnos, diosmío?

—El dinero, hijosmíos. El dinero os hace daño,

—… háblanos del dinero, diosmío.

—El único dinero con valor real es el que retribuye vuestro trabajo. El que más vale y el que menos suma. Necesariamente, la economía del dinero debe desequilibrarse. Una supuesta estabilidad de precios y salarios desembocaría en una distribución equitativa de la riqueza. No habría ricos ni pobres. Como veis, es inadmisible, utópico. La inflación y las crisis económicas son imprescindibles para aumentar la masa de dinero en circulación. Esa diferencia engorda las arcas de los monopolios financieros.

—… claro. Una economía estable no les conviene.   

—… uno de los nuestros llamó a eso plusvalía. Suena muy bonito, pero todo sigue igual.

—Vosotros creáis el dinero, pero os pagan solo una parte del valor que habéis creado. El resto participa del circuito financiero que compra y vende almas, personas y países.

—… antes nos pagaban en efectivo. Era gratificante.

—… aunque fuera una ilusión, nos parecía que éramos dueños de nuestro trabajo.

—… ahora nos entregan nuestro salario mediante una transferencia bancaria… Dicen que así es más seguro.

—… sí. Es más seguro que nos lo quiten.

—… el dinero de las nóminas que mes a mes sale de los bancos retorna en minutos.

—… ellos cobran sus créditos antes de que sepamos cuánto hemos ganado.

—… y luego nos prestan nuestro propio dinero. La parte que no nos han pagado.

—… y así es como debemos devolverlo dos veces.

—La única manera de enriquecerse es rapiñando la parte no pagada de vuestro trabajo. Si uno gana es que otro pierde. En la Naturaleza, la forma de crear riqueza es con el esfuerzo de cazar una presa o buscar buenos pastos… Sea quien sea el cazador, los más fuertes comen primero… hasta saciarse. Luego, la riqueza se distribuye y nadie se queja.

—… y todos sobreviven, incluyendo los gusanos… Y no hay pobres.

—… ni alimentos desperdiciados, como en la civilización humana.

—… el más fuerte nunca estará saciado… No deja nada.

—… solo nuestro trabajo crea dinero de verdad, diosmío. El resto son papeles impresos.

—Cualquier criatura viva, hijosmíos, está formada por órganos, compuestos por células. Son parte de un gran proyecto para elaborar un ser humano, un tigre o un insecto… Las células construyen las partes: un hígado, un pene o un corazón. En ese complejo proceso, en que todos aportan lo máximo de sí, nadie se enriquece más que otros. Ni siquiera los líderes hormonales

que dictan instrucciones y diseñan las fases de desarrollo. No hay enriquecimiento en la formación de un ser humano, un tigre o un insecto. Todos construyen un organismo superior a ellos mismos. El sistema funciona y nadie es más rico o más pobre.

—… las células se suman, diosmío, pero los organismos compiten.

—En la Naturaleza no podéis evolucionar demasiado. Llegaríais a una paradoja biológica,

a ser energía ajena al universo. Las contiendas para impedirlo también son inevitables. Algunos perecen y otros triunfan, pero nunca todos. Habrá otro ciclo. Siempre hay una conducta para que nada se detenga… ni evolucione demasiado. Sin conducta no hay existencia. Los organismos vivos transportan energía. Suman y restan. Los diseños de las criaturas son tan complejos como su función lo requiera. Las conductas tienden a la máxima eficiencia posible: la eterna búsqueda del equilibrio universal.

—… entonces, diosmío, vivimos a préstamo. Nunca tendremos existencia propia.

—Mientras seáis animales de la Naturaleza, no la tendréis jamás.

—… pero si somos criaturas culturales, podríamos existir por nosotros mismos.

—Podréis evolucionar sin abarcar el universo. Con la Tierra bastará. Vuestra única existencia posible sucede aquí, en la vieja Tierra... ¡No miréis al espacio en busca de alienígenas! ¡Mirad la Tierra! A fin de cuentas, la razón de ser del hombre cultural es cuidar, proteger y cultivar la Naturaleza. A ciegas y sin saberlo, ya habéis comenzado a hacerlo.

—… no podemos crear nuestra propia existencia, pero sí, modificar las conductas sobre la vida que recibimos como préstamo. El plazo sería mayor y el interés menor: casi cero.

—… ser o no ser… Eso es todo, después de todo.

—… y cada uno tendrá el valor íntegro de su trabajo.

—… que no será con el sudor de su frente… ni de la ajena.

—… ¿y entonces el dinero no servirá para nada?

—… ¿riqueza y dinero son valores diferentes, diosmío?

—Sin el valor que representa vuestro trabajo, hijosmíos, el dinero solo es papel impreso.

—… que imprimen los gobiernos a tontas y a locas, según les dictan las elites financieras. 

—… ellos mismos quitaron el patrón oro para especular con nuestro esfuerzo.

—… y nos han enseñado que el bienestar depende del dinero.

—… que ellos se lo quedan… para prestárnoslo luego. 

—El dinero que paga el trabajo, hijosmíos, es el único que vale. Los bancos usurpan el del trabajador. Los países usurpan el de sus habitantes. Lo que no tenéis en vuestras manos os esclaviza. El dinero que han dejado de pagaros… es el botín que se disputan luego.

—… si salimos de la Naturaleza, ese dinero no tendrá razón de ser.

—… solo sirve para armar ejércitos que luchan para desarmar a otros ejércitos. 

—… o quitárnoslo entre nosotros. En la rapiña, la riqueza no se crea. Cambia de manos.

—… matar o ser muerto, comer o ser comido, robar o ser robado... That is the question.

—Las leyes que dictasteis, las cosas que hicisteis, hijosmíos, bien hechas están. La codicia echa todo a perder. Las cosas que hace el hombre comienzan bien… y terminan mal.

—… ¿qué es lo que envilece las conductas, diosmío?

—Lo que vosotros habéis creado: el dinero, hijosmíos.

—… ¿por qué, diosmío?

—Es que no existe. Y por eso, el afán de lucro rápido prevalece sobre cualquier honesta intención empresaria. Ya no se trata de ofrecer bienes o servicios, sino de engañar lo más posible y poder dar un zarpazo a la gran masa de dinero que circula a velocidad de vértigo por el mundo. No hay tiempo de ser honrado. No hay bienes que lo respalden, sino basura. Los políticos manotean lo que puedan mientras dura su mandato. Todos, hasta los pobres, hacen lo mismo. Si guardas dinero en casa, es probable que venga un ladrón a por él. Pero si lo guardas en el banco, eres tú quien va a la casa del ladrón.

—… ¿y al final qué, diosmío…?

—Los países son recuerdos de la historia. Ya no existen. Solo conservan la bandera. Lo que llamáis globalización ha transformado el mundo en un mercado. Si entre algunos se cumple lo de amarse unos a otros son entre los billetes de banco.

—… no les importan los países o las personas. Solo hay mercados y consumidores. 

—… y no podremos ir a pescar a la orilla de ningún lago.

—… ellos serán dueños de los lagos, del agua, de las tierras, de los peces y los cebos.

—Inventad un dinero propio, hijosmíos. Algo habéis hecho ya. Que sea vuestro, de libre circulación y respaldado con el trabajo de cada uno. Guardadlo en vuestros ordenadores. Sed bancos de vosotros mismos. Inspiraréis más confianza. Ellos se manejan a sus anchas en las grandes cantidades. Vosotros sois las cantidades. Os manejan a vosotros. 

—… ¡danos un plan de gobierno!, diosmío. ¡Enséñanos una estrella que brille fuerte!

—Lo haré, hijosmíos… luego del descanso.

—… ¿cómo…? ¿Ahora eres tú el que está cansado?

—Llegaréis a un momento de la historia en que decidiréis vuestro destino… Y yo volveré a mi aburrida eternidad. Haberos acompañado este tiempo, hijosmíos, ha sido fascinante. Por primera vez he captado aquello de lo que tanto suelo hablaros y poco he experimentado: la felicidad. La presencia del tiempo me abruma. No estoy cansado. Solo quiero estirar un día más nuestra despedida.

—Pero, diosmío, ya tienes las coordenadas de la Tierra —intervino la graciosa secretaria. No tardes otros 30 000 años en volver. Te estaremos esperando.

—Volveré, hijamía, aunque no sea más que para llevarte conmigo.

—… eres un sexista, diosmío, pero así te queremos.


 

10 – El Manifiesto de Dios


—¡Abandonad la Naturaleza, hijosmíos! ¡Dejad de ser animales gobernados por animales! ¡No esperéis que la Naturaleza, en la que coexisten conductas de supervivencia y autodestrucción, decida por vosotros! Ningún sistema social o económico será sostenible mientras seáis simples animales de la Naturaleza… Reglamentar, como habéis pretendido hasta ahora, las conductas instintivas, solo genera trasgresores. Determinad vuestra propia especie; conferidle conductas instintivas culturales, inculcadlas a vuestros hijos y tendréis todo lo demás por añadidura! Seréis mañana lo que aprendéis hoy. Esta es la clave de una auténtica civilización. Si realmente pudierais amaros los unos a los otros, no haría falta que os prepararais constantemente para la guerra. Solo lograréis la paz fuera de la Naturaleza.

… Tampoco hay que cambiar demasiadas cosas. Lo que habéis hecho, bien hecho está. Conservad vuestras leyes, festivos y costumbres. Nada más debéis sustituir el hombre animal por el hombre cultural… y no precisaréis de las silenciosas cámaras que os vigilan. Remplazadlas por educación. Remplazad todo, incluso los Gobiernos, por educación.

… Sois criaturas ansiosas de evolución cultural… y eso no podéis detenerlo. Conservad esa conducta. Deriva de la inteligencia que os habita… ¡Dejadla volar! La amenaza del castigo es una trampa. Mientras seáis animales decide siempre la Naturaleza y no le importan los obispos. Para ella sois una especie más. Aunque intenten convenceros de lo contrario, sois criaturas libres. Podéis gobernaros sin intermediarios. No sigáis bajo el poder de una minoría que ha prostituido todas las instituciones, redactado leyes en su exclusivo beneficio y usurpado el poder económico, financiero y emocional. Tampoco los consideréis enemigos. No luchéis con ellos. Son criaturas animales. Remplazadlas; educadlas. Romped la cadena de miedos que os llevan a elegir un líder… que se unirá a un grupo de poder para avasallaros.

… No viváis sometidos a quienes poco os devuelven de lo mucho que aportáis. Los viejos dioses están con ellos. Fueron útiles en el pasado. Predicaban el amor mientras empuñaban la espada. Hoy habitan en las mentes ignorantes. No han muerto. Simplemente, ya no sirven.

… Sois la silenciosa masa humana; la que trabaja y crea riqueza. Quienes dicen administrar vuestra riqueza, en realidad, os la quitan. Solo os dejan las migajas necesarias para que sigáis produciendo dinero. Sois como pollos de criadero: consumís constantemente.

…Vosotros os creéis todas las mentiras; confiáis en los líderes, y las riquezas que producen vuestras manos termina en las ajenas. Os muestran un enemigo que no existe, una libertad que no existe, una democracia que no existe y una justicia que tampoco existe. Estáis en la era de la ridiculez. Nada es lo que debería ser.

La educación dará a luz al humano cultural. Necesitáis conductas que respondan a una convivencia pacífica. La Naturaleza no tolera la inteligencia. A esta altura de vuestra evolución cultural, pertenecer a ella es una contradicción. Os hace daño.

… El planeta que habitáis es el único hogar disponible… y, además, hermoso. ¿Creéis que una circunstancia como la vida sucede a cada rato? No tenéis vecinos cercanos. ¿Cuántos millones de años precisasteis para relacionaros con lo circundante y para que se configurara un hígado, un ojo o un cerebro? ¿Creéis que un potente ordenador será capaz de gestionar un útero artificial? Os han embaucado con la doctrina de la Creación… Todo parecía muy fácil y podría repetirse en caso de que una guerra nuclear os extinguiera. ¿Creéis que yo digo hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza y funciona de verdad? Nadie me hace caso en la Naturaleza. Vuestra existencia es el resultado de millones de años de ensayos, muchas preguntas y pocas respuestas.

… El futuro os podrá vincular con otras formas de vida en el espacio exterior. Imagináis que otras civilizaciones os invaden. ¿Lo creéis realmente? ¿Creéis que otras civilizaciones serán beligerantes como vosotros…? ¿Nunca aprenderéis a vivir en paz…? Quizás estéis solos y no valoráis la mera circunstancia de existir en medio del infinito. ¿A quiénes vais a invadir? ¿Os parece poca cosa ser vosotros y el infinito? Como seres animales que sois ahora, podéis adueñaros del cosmos como os adueñasteis de América, África y el mundo. Volveréis a emitir títulos de propiedad de lo que no os pertenece. Como seres culturales podéis hacer lo mismo y no os avergonzaréis de lo que sois… cuando las naves alienígenas os visiten. Podréis vivir en paz

con otras especies humanas, de las que no conocéis su existencia. Imagináis terribles batallas contra quienes de vosotros tampoco nada saben. Desde el principio de vuestra historia lucháis con fantasmas. No venceréis ni seréis vencidos. En eso habéis empleado la vida. Una historia hueca, sin sentido. Una historia en la que destruisteis innumerables ejércitos… los vuestros.

… Adquirid una conducta no instintiva. Admitiréis en ella a las religiones. Son tan buenas como un centro cívico o un club de barrio. Si os dicen que perdéis la libertad, contestadles: ¿Qué libertad…? La libertad real es posible a partir de una conducta social; de convivencia; tal como la ficticia que vivís ahora es posible si pertenecéis a la Naturaleza…

Esto es lo que enseñaréis en la escuela: la historia de la gente y no la de sus belicosos dirigentes. Las conductas de la Naturaleza separan las especies para que puedan alimentarse unas de otras. Allí, el enemigo es imprescindible para sobrevivir. El pájaro pintado vuela en busca de los suyos, pero estos no lo reconocen… y lo matan. Esto es privativo de la Naturaleza. Lo que entendéis por libertad es una fantasía puesta en vuestras cabecitas para que sigáis siendo un rebaño de corderos en libertad… a merced de unos cuantos lobos en libertad.

… De dioses, ángeles y demonios no sabéis absolutamente nada. Ni de su existencia… ni de su ausencia. No enseñéis ficticias verdades a los niños… En la infinita avidez del niño por conocer lo circundante, asume como cierta cualquier patraña. Si enseñáis a los niños una matemática exacta, una física cierta y los instruís sobre la certeza científica… ¿Por qué les inculcáis una fantasía como realidad? Si el pato Donald y sus aventuras son una fantasía… ¿qué os hace creer que la religión, sus nefastos dioses y su ridícula moral no lo sean? 

… Las religiones construyen hermosos y solemnes templos para mostrar el terrible poder que allí se esconde. Es obra del hombre; pura arquitectura. Solo tiene belleza humana, que no es poco. Son suntuosas pirámides, inútiles desafíos a la muerte.

… El cristianismo y otras religiones han sido útiles para generar conductas opuestas a un imaginario enemigo. Manadas de humanos luchando con otras manadas de humanos. Así se crearon los países. Ya no hay países. Os habéis globalizado. Sois ciudadanos del mundo… aunque persistan las fronteras idiomáticas, y no por mucho tiempo.

… Las leyes de La Matrix esconden sus propias trampas. ¡Usad esos recursos! En la misma cueva del león están los elementos para educarlo. Formad un partido político y comenzad a mentir, engañar y ocultar vuestras reales intenciones. Es a lo que están acostumbrados. Desconfiarán de vosotros si sois transparentes. Hablareis de cambio, pero daréis a entender que nada cambiará. Así engañaréis a La Matrix. Recordad que crucifica a quienes amenacen sus privilegios.

… Nada de manifestaciones en la calle. Lo que parece una demostración de fuerza os pone en manos de la policía. Identificará a los líderes, se infiltrará entre vosotros y promoverá disturbios. Seréis definidos como enemigos y recibiréis palos. Es lo que a ellos, una vez creado un enemigo, todo les es más fácil. No hacen falta las ideas. Solo hay que dar palos.

… Las conductas masivas debéis lograrlas en silencio, sin alharacas, usando Internet, las redes sociales o los teléfonos móviles. No abandonéis la conducta de la manada. Formad manadas digitales. En ellas se encuentra el verdadero poder humano. Así os adueñasteis del mundo y así os adueñaréis del futuro. Tampoco alardeéis de vuestra fuerza. Los mítines callejeros, además de lo dicho, sirven para encumbrar a falsos líderes ansiosos de poder. No sigáis a los líderes. El hombre cultural es líder de sí mismo, adopta conductas consensuadas y no cae en la falacia de que un enemigo es tan necesario como la mentira y la ignorancia. 

… Si queréis conocer vuestra fuerza, hay otras formas de medirla. Por ejemplo, en silencio, día a día, retirad pequeñas sumas de los bancos hasta que dicha acción trascienda la rutina. Los medios de comunicación, sicarios de La Matrix, se encargarán de divulgar la información…, hasta que caigan en la cuenta de que sirven a vuestros intereses.

… En lugar de achicar la mente, agrandadla. Para liberaros de La Matrix, seguid el mismo camino, pero al revés. Sed lo que el invierno ruso fue para sus invasores. Privad a los bancos de suministros. Con solo guardar vuestro dinero en casa, cambiaréis el mundo.

… Y si queréis hacer una auténtica revolución; una de verdad, pues, simplemente, retirad vuestro dinero de los bancos y pagad solo las deudas privadas: de persona a persona. No paguéis hipotecas ni préstamos bancarios, ni gastos de energía, ni teléfono. No paguéis ninguna deuda

contraída con monopolios. ¿Creéis que pueden cortar la luz a todo el mundo…? ¿Qué pueden ejecutar todas las hipotecas? Os amenazarán con terribles castigos, pero no pueden embargarlo todo ni cortar toda la energía. Vosotros nada más diréis: Fuenteovejuna lo hizo.

… Mientras tanto, no pidáis préstamos a los bancos. Devolved las tarjetas que os han dado. Son los collares del esclavo. Consumid lo que precisáis. No compréis en las grandes superficies. Proveeros en los comercios de barrio… También os engañan, pero son vuestros vecinos. Volved a la economía artesanal. Pagad al contado o usad el crédito personal que os concede vuestro vecino. Boicotead los productos contaminantes y los que no sirven para nada. ¡Defended el medio ambiente! Quienes son responsables de hacerlo, no lo hacen. ¡Hacedlo vosotros! Quienes son responsables de defender las leyes, no lo hacen ¡Hacedlo vosotros! ¡Tomad el mando de vuestro destino! Recordad que los mansos de espíritu, los ingenuos y los que ponen el pellejo en las manifestaciones son los que caen primero.

…Vuestra conducta social es lo que os hace poderosos. No precisáis enemigos, pero sí, conductas sociales. Los monopolios, los religiosos y los terroristas os han impuesto conductas de sumisión, tributación y ceguera mental. Si queréis ser libres, ¡educados libres!

… El crédito de los bancos es dinero que no existe. Inexorablemente, desemboca en una crisis. Os prestan vuestro propio dinero y, entonces, sucede este juego: el dinero real, fruto del trabajo y en vuestro poder, es sustituido poco a poco por el dinero ficticio que crean los bancos: las deudas. Entonces, cuando llega la crisis, los papeles se han invertido: los bancos tienen el dinero real y vosotros, el ficticio. Deudas que tendréis que pagar con vuestro esfuerzo. El terreno queda listo para la próxima cosecha. Así os esquilman.

…Si la crisis la creáis vosotros mediante el consumo inteligente, entonces la pagarán los bancos, y el dinero real volverá a vuestras manos. Y si persistís en el consumo inteligente, los bancos os ofrecerán sus ruines y mezquinos servicios. Se venderán por un plato de lentejas.

… Conservad el coche, el televisor y el móvil. Paralizad la economía. No os dejéis atrapar por el consumismo. Conservad vuestro dinero. Es el que vale. Hacedlo todo en silencio. Ninguna policía del mundo irá a vuestras casas para obligaros a consumir. Aprovechados de la soberbia

de La Matrix. Está absolutamente convencida de que os dejáis llevar de las narices. Prescindid de las bebidas azucaradas y los alimentos de elaboración industrial. No creáis en falsos adelantos tecnológicos que generan toneladas de basura que tendréis que reciclar vosotros mientras ellos se embolsan vuestro esfuerzo. Pagáis el impuesto al valor agregado por productos destinados a la basura… ¿No os parece ridículo?

… No cometáis infracciones. No caigáis en la trampa de las reglas que generan multas. Evitad todo consumo de energía no imprescindible. Un auténtico sistema económico se basa en el intercambio de bienes necesarios, donde los precios y la calidad de vida mantienen su nivel. No hay mucho flujo de dinero, porque la economía de lo necesario es lenta. Se mueve poco dinero y los bienes conservan su valor. Pero el capitalismo que os gobierna se nutre de lo superfluo, de las grasientas hamburguesas y las gaseosas azucaradas, de la ostentación, la moda y lo vanidoso. Se mueve mucho dinero y muy velozmente porque el valor de los bienes banales cae en picada a poco de adquirirlos. Dejad de ser los tontos de siempre. No os comportéis como integrantes de cardúmenes de sardinas que nadan entre tiburones y aves de presa… ni como ñus del Massái Mara que emigran entre leones y cocodrilos. Sed vosotros los depredadores de la banca y los monopolios.

… Elegid un día para dejar de existir. No se trata del viejo recurso de la huelga general que solo beneficia a los dirigentes sindicales, también sicarios de La Matrix. Se trata de no existir; de no salir a la calle; de no ir a trabajar; de no consumir; de no encender el televisor… de no hacer nada; de no gastar ni un céntimo. Imaginad que detendréis un solo día la economía del capitalismo.

… En algún momento, vosotros dejaréis de ser esclavos del dinero, pero ellos seguirán siéndolo. Mediante las redes sociales podréis estar en contacto con el resto del mundo, como si fuera un gigantesco parlamento. Tomad vosotros las decisiones. Nada de líderes. Los líderes de hoy son los opresores de mañana. Si mediante una conducta social podéis oscurecer el planeta para alertar sobre la polución, bien podéis detener un día su economía.

… Presentaros a elecciones en silencio y ganadlas por mayoría absoluta. Mentid en las

encuestas. Ellos esperan actitudes reivindicativas para señalaros como agitadores profesionales. No caigáis en la trampa de ser identificados como enemigos. Hacedlo todo desde casa. Intentarán controlar Internet, pero no podrán pasar de inútiles amenazas. Cuando se les terminen las ideas, alzarán el garrote. Es lo que saben hacer. Esta vez no habrá sobre quién dejarlo caer.

… Recurrid a la viejísima comunicación de las especies. Estáis unidos por un elemento común: la vida. Nadie irá a vuestra casa para deciros… Vaya al súper, compre algo, cometa una infracción, use el móvil, haga algo. Y si lo hacen, primero dirán… Es una orden y luego… por favor. No hay cárceles para alojar a todo el pueblo. Vosotros diréis… Fuenteovejuna lo hizo.

… Una vez en el poder, reformad la Constitución. Convertiros en república no representativa e implantad la democracia directa. No sería un gobierno —palabra que desaparecerá del diccionario—, sino un sistema administrativo. Con el dinero que ahorraréis en políticos corruptos, prácticamente no pagaréis impuestos. Ved a vuestro país como una gran empresa de la que sois accionistas. Tenéis que asumir que administrarla es tan necesario e importante como el propio hogar. Ya no hay diferencia entre vuestra casa, el país y el mundo. Es el hogar… y no hay enemigos.

… Quienes se dicen vuestros representantes son esbirros de La Matrix. No los precisáis… Si queréis que algo salga bien, hacedlo vosotros mismos. El pueblo, identificado digitalmente y reunido en asamblea permanente por medio de Internet, es, bajo la responsabilidad de sus habitantes, el órgano superior de gobierno. Podéis hacerlo. No sois bestias alimentadas de publicidad.

… Dejad de oscurecer vuestra mente con las chorradas de la televisión. Os están arrebatando vuestro futuro. Sois vosotros los dueños de la Tierra. Hacedlo antes de que apliquen un impuesto a la luz y el calor del sol. Las pinturas del antiguo Egipto representan los rayos solares con una delicada manecilla en el extremo. El sol os acaricia con ternura, os da alegría… y es gratis.

Volved a la vieja democracia de Pericles. Diariamente, los ciudadanos ingresarán al parlamento digital; debatirán los problemas y propondrán leyes y soluciones. Habrá una

desorientación inicial, pero estaréis aprendiendo responsabilidad social en vuestras escuelas. Una hermosa bola azul está suspendida en el espacio infinito y vosotros habitáis en ella. No hay vecinos en miles de años luz a la redonda.

… La democracia directa terminará con el principal motivo de corrupción: la información privilegiada. Todos sabrán lo mismo y no encontréis lobistas en los pasillos. En el parlamento digital, obviamente, no habrá pasillos, ni secretos, ni enemigos.

… Rediseñad la economía para un consumo equilibrado. La codicia, oculta tras la tecnología comercial, crea basura. Achicad la economía. Achicad los mercados. Achicad la población. El objetivo es el bienestar y no el consumo. Volved a lo artesanal. La culturización de la economía pone al mismo nivel todos los bienes materiales. Unos costarán más que otros, pero ninguno es más valioso que otro. En el reino del hombre cultural, lo realmente valioso es el ser humano no animal, no esclavo, no pobre, no ignorante.

… El sentido de la existencia no es tan complicado como creéis. Sois parte de un ciclo de conservación de energía. ¿Qué harías si vosotros fuerais una energía abrumadora y decidierais existir en el tiempo sin dejar de ser energía? Pues lo mismo: os expresaríais en infinidad de ciclos para conservar la identidad en una dimensión desconocida: el espacio-tiempo. No hay dioses ni demonios; solo energía. Existir es simplemente gastar energía. Vivir, amar, sonreír, educarse, platicar con los amigos, hacer el amor sin reproducirse, evolucionar e investigar. Dejad vuestra dependencia sexual. Los espermatozoides y los óvulos también serán culturales. Preferid el placer.

… ¿Inteligencia? ¿Qué es eso?, dijo cierto día la Naturaleza. Aceptad vuestra efímera realidad. No sois parte de nada trascendente, y si hubiera una entidad supervisora del universo, no os tendría en cuenta. Sois valiosos para vosotros mismos y eso es lo importante. Ninguna otra criatura es consciente de su propio valor. Seguid vuestra alocada evolución y lograréis, algún día, crear una fuente de energía abrumadora, y entonces tendréis un universo propio. Daréis las órdenes y pondréis en él a vuestra imagen y semejanza cuantos dioses se os antojen.

… Los apetitos animales pasan a ser apetitos culturales y son satisfechos de la misma

manera. La prostitución es una actividad económica como cualquier otra. El hombre animal vive agobiado por el lastre de sus pecados. El hombre cultural vuela. No necesitará drogas. Pero si desea consumirlas, podrá adquirirlas legalmente. El hombre animal se aferra a dioses sordos, mudos y ciegos. El hombre cultural pasa de ellos; son fantasías… El día que los ricos defequen mierda de oro, entonces podréis decir que existen las desigualdades sociales.  

… El valor del dinero es el del intercambio de bienes necesarios. Cread un dinero digital que no se guarde en los bancos, sino en vuestros ordenadores. No pidáis préstamos. Endeudaros con personas como vosotros que os dan crédito porque os tienen confianza. En los bancos, vuestro dinero pierde el valor. Por cada euro que ingresáis, ellos crean diez en deudas. En la era de la ridiculez se han convertido en depredadores del dinero ajeno.

… Dividid el dinero en dos clases: el de la gente —respaldado por el trabajo de cada uno— y el de los países —formado con el aporte de cada ciudadano—. En una democracia directa, que no tiene que costear representantes políticos ni una infraestructura de gobierno, los impuestos serán insignificantes. El dinero de la gente se guarda en los ordenadores y el de los países, en los del Consejo Financiero, un organismo del parlamento digital al que todos tienen acceso. ¿Os imagináis un país sin políticos, reyes o presidentes? Un Congreso de Diputados, una Casa Real… ¿Para qué sirven realmente? ¿Creéis que la Conferencia Episcopal cuida de vosotros o de sus propios intereses? ¿Habéis votado que los obispos se metan en vuestra cama para vigilar cómo hacéis las cosas? Pero lo hacen. Estáis tan acostumbrados a las injerencias del poder en vuestra vida que ya os parece normal. Vivís en las cavernas y creéis que no existe el sol. Sois un rebaño de ovejas al que todos esquilan. Incluso os esquiláis entre vosotros mismos.

… La globalización, hasta el momento, solo benefició a los monopolios. La real globalización es compartir el planeta. La mejor economía es la artesanal y al contado. El dinero no debe servir para enriquecerse porque ello es causa de la subida permanente de los precios. El dinero nunca se transforma. No cumple la ley de la energía, se consume y hay que volver a crearlo. El capitalismo debe hacerlo con rapidez para mantener en el aire el tornado devorador de incautos. O suben los precios, o aumentan los consumidores, o baja la calidad, o crece el endeudamiento.

La real utilidad del dinero es intercambiar bienes necesarios. Sin la presencia de la codicia, los precios serían estables. Las normas que rigen la conducta del dinero han sido diseñadas y aprobadas por la elite financiera. Dictan sus propias leyes.

… La Tierra se os brinda prodigiosa y devuelve con creces lo que sembráis en ella. No retiene nada, no cobra impuestos ni royalties. Sus frutos son suficientes para una sociedad civilizada. Trabajar en una empresa es igual que trabajar la Tierra. Debéis cosechar lo que sembráis. La libertad peligra cuando aceptáis una tarjeta de crédito… o encendéis el televisor. 

… Sin la presencia del enemigo, la economía se frenará sola. La investigación científica no se detendrá. No la mueve la guerra, como creéis, sino vuestra sed evolutiva. En la Naturaleza, gracias al enemigo, las especies se nivelan y ninguna prevalece. El hombre animal ha vencido innecesariamente. El hombre cultural continuará su avance científico sin la tenebrosa sombra de los monopolios que se ciernen sobre él.

… Las empresas que producen alta tecnología estarán subordinadas al avance científico y no al comercial. Venderán menos fantasías, pero investigarán más realidades. Si todos tuvieran automóvil o todos estuvieran sanos o satisfechos, el capitalismo se quedaría sin clientes y no tendría razón de ser. ¿Quién sino La Matrix está tras las drogas, el tabaco y los ansiolíticos?

… La ley de la oferta y la demanda será cultural y oscilará en un punto medio. Nadie será señalado con el estigma publicitario de estar rezagado. Sed personas y no meros consumidores. Vivid de adentro hacia afuera; desde vosotros hacia el mundo. No chupéis tetas publicitarias que dictan conductas consumistas. Dejad de ser terneros lechales y pasad a ser toros bravos.

… La publicidad es otra muestra del envilecimiento y ridiculez de la economía. Se ha transformado en el principal motor del engaño y de formar opinión con ánimo de lucro y poder.

… La religión es una actividad social. Hay muchas y ninguna aporta nada real, pero son un paliativo emocional. El hombre cultural irá pasando de ella. Las religiones desaparecerán por sí solas. En tanto, cada uno amará a su propio dios.

… Pero tal como ocurre con ciertas actividades o espectáculos exclusivos para adultos, la educación religiosa será para mayores de edad. No debéis embrutecer la brillante mente de los

niños con fantasías extremistas. Si tienen que esperar hasta la mayoría de edad para consentir en una actividad natural como es el sexo, ¿por qué los obligáis a aceptar verdades de las que vosotros mismos no tenéis certeza? La religión es cosa de adultos. Quien quiera ser religioso, que elija la que más le agrade. Un menor no puede casarse, ni salir del país, ni asistir a ciertos espectáculos… pero los sometéis a una educación que esclaviza su inteligencia. Lo que aprenden hoy serán mañana.

… Enseñad al niño que somos una especie cultural, altruista, amante del arte y la belleza, que encontramos placer admirando las maravillas de nuestro planeta, que no destruimos ni contaminamos la atmósfera ni descomponemos la materia en sus elementos más nocivos. Que no somos codiciosos ni carroñeros de despojos emocionales. Nuestra reproducción obedecerá a motivos culturales y no a procrear consumidores. Las mujeres culturales serán dueñas de su útero y darán a luz a personas. La alegría del espíritu y la satisfacción de nuestras necesidades físicas es el sentido de la vida, y no batir récords o acumular riquezas. La gente humilde tiene la alegría a flor de piel, pero los gobernantes vigilan… por si alguien pretende robarles lo que ellos han robado.

… Algunos cadáveres son inhumados en magníficos mausoleos habitados por restos de vergüenzas. Os habéis acostumbrado tanto a las pirámides y a la negación de la muerte que ya no os extraña. Es una conducta humana, no cultural y nociva. La Naturaleza, que recicla constantemente, está más cerca de la realidad. Negando la muerte, negáis la vida. Por eso no la cuidáis. Vuestra ciencia se esmera en darles un tiempo más de vida a los moribundos. Defendéis sus vidas sin saber nada de la vuestra. Os preocupa el sentido de la vida  y, sin embargo, nacéis y morís por millones. Sanáis a unos y matáis a otros.

… Os habéis esmerado en reprimir los instintos naturales y obtuvisteis un hombre culpable y castigable. Un camino equivocado. Sustituid los instintos animales de beligerancia por otros culturales de convivencia. Habláis de la bestia que os habita, pero la alimentáis de sangre humana. Las leyes y las religiones han pretendido domesticarla, pero solo para engordar la propia bestia. Debéis sustituir una bestia animal por otra cultural. No es tan difícil.

… Habláis del amor de verdad, la justicia de verdad, el periodismo de verdad  y la verdad de todas las cosas. Sabéis de la mentira y el engaño, pero no hacéis nada por la verdad. Después de miles de años, ya es tiempo de vivir en la verdad de las cosas. Debéis valorar vuestra vida como única e irrepetible… y no ponerla al servicio de quienes sacan partido de ella.

 

 

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