EL SEXO DE LOS AVIONES - cuento


EL SEXO DE LOS AVIONES                                             

Un drama, de alto contendido erótico, sucede en cada viaje aéreo

    Luego de muchos titubeos e indecisiones, dudando si realmente era mi vocación y desconfiando de los anhelos infantiles —que al final resultan ser los más auténticos— decidí por fin ingresar en la Academia de Pilotos de Barcelona. Fui convocado al examen de ingreso, junto a otros aspirantes
    El cuestionario no era nada sencillo. Tuve que aportar los estudios anteriores y demostrar mi vocación de andar entre las nubes o por encima de ellas. Luego de completado el primer cuestionario vino lo peor. El profesor repartió sendas hojas de papel en blanco y, con una malévola sonrisa, dijo que debíamos exponer alguna vivencia acaecida en nuestra vida, que haya sido determinante para demostrar la autenticidad de nuestra vocación aérea.
    De inmediato las hojas contagiaron a mi mente. Ambas estábamos en blanco. Un profundo vacío comenzó a gestarse en el estómago. Pugnaba por absorberme y desaparecer de allí sorpresivamente, devorado por mi mismo. Nadie notaría mi ausencia.
    Lentamente fui recuperando la conciencia mientras el profesor, sentado en su escritorio, esbozaba una mueca de satisfacción. Esperaba reducir el plantel a menos de la mitad.
    Borrosamente, como la repetición de una película, mi infancia comenzó a desfilar. Entre la bruma apareció la figura de mi padre. Tomados de la mano íbamos, los fines de semana, a la chacra del abuelo en las inmediaciones del aeropuerto de El Prat. Recuerdo que tironeaba del brazo de mi padre y de mi abuelo para que me lleven a ver pasar los aviones.
    Luego de comer, a modo de recompensa, el abuelo y mi padre me llevaban a caminar entre los sembrados de hortalizas hasta el punto más cercano a la pista principal. Allí, en ese lugar, echados los tres de bruces, aspirando el olor de la tierra fresca, viendo el despegue y aterrizaje de los aviones, cuando escuché como mi abuelo, creyendo que mi padre aún era niño como yo, le contaba este relato que me apresuré a transcribir en la hoja del examen antes que los recuerdos se esfumaran de mi memoria.

"… Las aeronaves no son lo que la mayoría de la gente cree… construcciones metálicas frías e insensibles. El simple hecho de llevar en interior tantos seres vivos las vuelve muy emocionales. Son máquinas, es cierto, pero nadie puede afirmar que carezcan de sentimientos y de pasiones. Solo hay que mirar con el corazón, un poco más allá de los límites de la razón, para poder ver la realidad de los aviones. Se ponen en celo en cada viaje.
   Son hembras…, hembras ansiosas, dotadas de una extremada sensibilidad para poder aparearse y fecundarse en cada trayecto…, fieles a su instinto de procrear. Para ellas no hay trayectos, idas ni vueltas, sino fecundación y parto.
   — Obsérvalas bien, hijo mío. Verás que, cuando se aproximan, sienten desde mucho antes el calor de la tierra. Entonces despliegan impúdicamente sus órganos genitales con un sordo ruido que se oye en el interior.
   Comienza el ritual de apareamiento. Las criaturas que están en su vientre se excitan. Saben que el parto se aproxima. Los genitales de las aeronaves están dotados de una sensibilidad extraordinaria. Al tocar tierra sobreviene un intenso orgasmo que estremece a todo el conjunto. La lujuria desenfrenada gobierna entonces a la aeronave. La forma circular de sus clítoris, en contacto con la tierra, les facilita el éxtasis. Los orgasmos continúan. Se repiten más espaciadamente mientras rueda por la pista y traquetea en contacto con el asfalto. Los ínfimos desniveles la excitan y provocan nuevos orgasmos. En medio de tantos espasmos se aproxima el desenlace.
   Al llegar al lugar donde se encuentran los genitales masculinos la excitación inicial ha cedido. La aeronave está tranquila. Todo se desarrolla ahora amistosamente.
   Pero a la vista del gran pene que la espera ansioso, la fogosidad despierta nuevamente. Está satisfecha pero no saciada. Tranquila, parsimoniosamente, como toda hembra adulta, disminuye su velocidad para acercarse al Gran Conducto, el órgano maravilloso en erección permanente, por donde se produce no solo el parto sino también la fecundación.
La maniobra de copulación es delicada y requiere de mucha precisión. La aeronave se aproxima lentamente hasta quedar inmovilizada, lista para aparearse, esperando impaciente la llegada del Gran Conducto que se acerca con timidez. Su extremo está revestido de un epitelio muscular acolchado que permite un acoplamiento placentero. En contacto con la piel de la aeronave el Gran Conducto se aferra a la misma fijándose con firmeza asegurando la cópula. De inmediato se abre la vulva. El parto debe ser rápido. Vaciar el útero y liberar la vagina, que ya está ansiosa del tributo del Gran Conducto y fecundarse de nuevo.
   Los nuevos seres, gestados en el aire, son expulsados mediante movimientos peristálticos de los músculos que revisten el fuselaje, cuya apariencia metálica esconde la tibieza del interior, que se va contrayendo y dilatando, enviando a tierra a las criaturas. La aeronave, como todas las parturientas, goza de este momento. A veces sucede un leve espasmo, alguna molestia ocasionada por un embrión descolocado, pero nada significativo que enturbie el instante de placer. Todos se abren paso con desordenada impaciencia en busca de la tierra y se introducen con rapidez en los vestíbulos de los aeropuertos.                
   Acechan los depredadores, agentes de aduana, de migración, periodistas. Es posible, no obstante, pasar desapercibido.
  No miran lo que sucede detrás de ellos. Se quedarían mudos de asombro viendo la increíble escena que sobreviene. La aeronave es cuidadosamente preparada para una nueva fecundación. Los tejidos y mucosas son lubricados y se expulsa todo cuerpo indeseable. La aeronave segrega líquidos aromáticos y humedece su vagina, sensibilizándose al máximo. Jadea impaciente. La fecundación es inminente. Los humanos van y vienen agasajándola y calmando sus calores. Es abastecida de nutrientes para alimentar a sus embriones.
   El Gran Conducto permanece unido a la vagina en el punto G. Están apareados. Comienza la copulación. La eyaculación se aproxima. Las huevas son introducidas en forma de larvas ingresando al útero una a una para completar su ciclo. Ocupan sus lugares asegurándose el territorio. Permanecen inmóviles, bien sujetas, atentas a cualquier intruso que pretenda desalojarlas. A cada una le corresponde un espacio propio en el Gran Útero.
   La fecundación se ha producido. El Gran Conducto ha eyaculado. Satisfecho se retira.
   La aeronave se desliza ahora sobre sus genitales y sale nuevamente a la pista. Está tan exhausta que es necesario socorrerla y llevarla hasta el lugar del vuelo nupcial. Entonces la
udor, aumenta su velocidad, despega, eleva recatadamente sus genitales ocultándolos a la vista. La gestación está en marcha. En la paz de las alturas, los nuevos seres se preparan para su llegada a la Tierra… "


  En ese punto el profesor dio por terminado el examen. Comenzó a retirar las hojas. Tuve un segundo adicional para poder firmarlas antes que se las llevara. Me retiré arrepentido por haberme dejado llevar de un recuerdo infantil. Tendría que esperar una nueva convocatoria.
  Luego de unos días, resignado, consulté en Internet la calificación de mi examen. Estaba aprobado con mención honorífica.



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